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Una sentada contra la fratría

El pasado 25 de noviembre y como cada año desde 1981 se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Durante el mes se han celebrado diversas jornadas, algunas de carácter institucional para visibilizar la violencia hacia las mujeres por el hecho de serlo. Desde concursos de carteles cuyo resultado es más o menos acertado hasta talleres y ponencias para tratar las distintas formas de violencia machista, sin olvidar algo que ocupa demasiado espacio en nuestras agendas, las nuevas masculinidades. Es decir, hoy en día hay distintos perfiles de hombres y en estas líneas hablaré de algunos de ellos. Por un lado, están los que se enorgullecen de ser machistas, esos a los que si les damos un premio por el machista del año lo celebran con sus colegas viendo un partido de fútbol; y utilizo este ejemplo del deporte porque el asunto va de fútbol. Por otro lado, están los “aliados”; en este caso he aplicado el entrecomillado ya que últimamente observamos a hombres que se suben al carro del feminismo, se declaran feministas y se instalan en nuestros espacios para decirnos que forman parte de una masculinidad que se opone a la masculinidad hegemónica como si la masculinidad no fuese hegemónica per se.

Luis Bonino escribe sobre ello en un artículo titulado Masculinidad hegemónica e identidad masculina. Dice este psicoterapeuta lo que sigue:

“La masculinidad hegemónica es la configuración normativizante de prácticas sociales para los varones predominante en nuestra cultura patriarcal, con variaciones pero persistente. Aunque algunos de sus componentes estén actualmente en crisis de legitimación social, su poder configurador sigue casi intacto. Relacionada con la voluntad de dominio y control, es un corpus construido sociohistóricamente, de producción ideológica, resultante de los procesos de organización social de las relaciones mujer/hombre a partir de la cultura de dominación y jerarquización masculina”.

Podemos preguntarnos cómo es la organización social en esas relaciones mujer/hombre en nuestros días, en nuestras sociedades que siguen siendo patriarcales, para contestar que precisamente por cómo han sido construidas estas sociedades y cómo se mantiene el orden establecido no hay una masculinidad que no sea hegemónica. Luis Bonino habla del cambio y yo me quedo con esto:

“La práctica clínica y social nos muestra que el poder de la masculinidad hegemónica (MH) predomina de manera generalizada, por lo que aún hay pocos hombres ‘nuevos’, siendo la mayoría incorregiblemente ‘antiguos’. Eso no significa que esta masculinidad, como producto histórico social no pueda transformarse, si hay deseo social de romper este imaginario […] Ahora bien, para que dicha transformación lo sea realmente es preciso hacerlo sobre todos sus componentes de la MH, para lograr otra (o ninguna) masculinidad y no versiones light de ella. No basta la voluntad de ser menos autosuficiente, violento o igualitario, o deslegitimar esos valores, sino que es preciso trabajar en deshacer las múltiples estructuraciones sociales e individuales (del cuerpo, carácter, identificaciones y hábitos) que la MH, en su calidad de, organizador, normativa, guía y modelo produce en las instituciones y sujetos masculinos”.

Decía la historiadora Gerda Lerner en La creación del patriarcado que dicho sistema de dominación pertenece a un proceso histórico y que como tal podría cambiar con el proceso histórico. Podría cambiar y el feminismo tiene como objetivo que cambie; para ello debemos ir a la raíz, al patriarcado, hacer que caiga y alcanzar la emancipación de las mujeres.

Uno de los problemas de todo esto es la fratría, el pacto entre varones (el sujeto del patriarcado) para perpetuar su posición hegemónica y legitimar el poder que detentan en esa posición; y la violencia que de ella se desprende y se manifiesta de diversas formas, unas más normalizadas y aceptadas que otras.

Es por ello que cuando el jugador argentino Diego Armando Maradona murió un 25 de noviembre la televisión pública no tuvo reparo en quitar un programa que abordaba la esclavitud sexual de las mujeres para brindar un homenaje a un jugador de fútbol, que además y sobre todo fue un maltratador, putero y pedófilo; algo que queda constatado en vídeos e imágenes que se han compartido. Parece que una de las más brutales formas de violencia hacia las mujeres como es la prostitución no merece el lugar en la parrilla televisiva de una cadena pública; varias compañeras escribimos a RTVE para hacerle llegar el error  de esa decisión sin obtener respuesta, ya que un mensaje donde se nos informaba de algo que ya sabíamos y que iba en el cuerpo del texto de denuncia enviado no es una respuesta.

También se sumaron representantes políticos en este reconocimiento al jugador de fútbol. Podéis leer los mensajes encontrados en sus cuentas de twitter del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias; del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; del diputado de Más País, Íñigo Errejón; o del partido de Izquierda Unida, que ante las críticas reculó, en parte, con un segundo mensaje. En definitiva, hombres que quizá intentan representar la “nueva masculinidad”, hombres que hablan de feminismo y que condenan la violencia machista pero que no hacen nada para cambiar las estructuras en las que opera esa violencia. También fueron muchos medios televisivos y digitales los que no pararon de ovacionar a un señor al que llaman “Dios” separando sin ningún problema la figura que daba patadas al balón de la que golpeaba a su exmujer, a pesar de ser la misma persona.

La fratría se encuentra en la desmesurada cobertura mediática sin crítica a hombres a los que convierten en dioses, en los comentarios que hablan de la “parte oscura” de Maradona y que sitúan en el mismo nivel su adicción a las drogas y las denuncias por violencia machista, a lo que también han llamado «malos hábitos». La fratría está en los ataques a las feministas por denunciarlo, por decir basta de erigir a una persona cuya carrera es cuestionable si sus comportamientos hacia las mujeres también lo son.

En medio de todo este escenario ha aparecido públicamente una herética, una jugadora de fútbol, una feminista radical, Paula Dapena, que le ha dado la espalda a un minuto de silencio cómplice con la violencia hacia las mujeres declarando en los medios lo siguiente:

«Dije que yo me negaba a guardar ese minuto de silencio por un violador, pedófilo, putero y maltratador y que si tenía que sentarme en el suelo y dar la espalda, pues lo hacía. Por las víctimas no se guardó un minuto de silencio; entonces, obviamente, no estoy dispuesta a guardar un minuto de silencio por un maltratador y no por las víctimas”.

Esta acción feminista se ha vuelto viral. De nuevo los medios se hacen eco de algo y lo reproducen. Todos la entrevistan, le dan la enhorabuena, le hacen saber que está en su derecho y que a pesar de ser el homenajeado un Dios indiscutible en el campo de juego no es una falta de respeto no sumarse a la loa. Otros comentan que sí, que es algo que no se puede tolerar y, además, la insultan.

Muchos hombres han llorado. Los medios han recogido su llanto, el llanto hacia otro hombre al que admiraban, su referente, pese a todo. No obstante, la masculinidad no se ha roto, sigue firme porque para que esto ocurra primero se debe romper la fratría, esa conciencia viril que empieza a formar grupo en el patio del colegio; muy a menudo jugando al fútbol.

* Imagen de Tania Esperón tomada de Pontevedraviva.com.

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