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Tea Rooms. Las mujeres obreras de Luisa Carnés llegan al teatro

Cuando se estrenó ‘Tea Rooms’ en el Teatro Fernán Gómez de Madrid sentí una profunda emoción, de esas que ensanchan el corazón de bienestar por saber que las mujeres obreras que Luisa Carnés creó contando su propia experiencia en un salón de té en los años treinta, y plasmadas en una imprescindible novela- reportaje de la Generación del 27, llegaban al teatro. Pero yo me encontraba lejos de esa ciudad y fue el anuncio a través de una amiga de su parada en el Teatro Lope de Vega de Sevilla lo que colmó ese inicial momento de intensa alegría.

Una entrada comprada con anticipación, un corto viaje en tren y rendirme en la butaca de un hermoso teatro a la brillante interpretación de seis actrices que han conseguido que entre con ellas al Tea Rooms. La dramaturga y directora de escena Laila Ripoll lo ha hecho posible de manera magistral.

Matilde nos mira, lleva un periódico bajo el brazo y un vestido de lunares que recuerda a uno que vestía Luisa Carnés en las fotos que conservamos de la escritora. Ella es una mujer obrera y sabe lo que es caminar con los pies mojados y el estómago vacío buscando trabajo, incansable. Nos advierte de las intenciones de esos hombres que contratan y precisan de la edad y de un retrato para adivinar si la muchacha es guapa y así les pueda servir para algo más que para lo que se la contrata. La vida de las mujeres obreras no es fácil y en este escenario somos partícipes de cómo las palabras y la crítica social de Luisa Carnés cobran vida a través de un elenco de actrices de las que la propia autora estaría orgullosa por saber trasladar al público la personalidad de cada una de ellas y la vida de dentro hacia fuera en ese salón de té donde el alma reside en la escalera interior.

A propósito de esto Matilde nos descubre la clave de dos mundos: «La sociedad está dividida en dos mitades que rara vez se cruzan y nunca se juntan: aquellos que utilizan la escalera principal y “los otros”, los de la escalera de servicio».

Matilde es Paula Iwasaki y asume el papel de narradora con una voz tranquila y poderosa, potente, como el activismo que aflora entre limpieza y encargos y que deja caer para contagiar al resto de mujeres a lo largo de la función; y lo hace llevándonos con ella a reflexionar sobre las injusticias que viven las mujeres de su clase, las obreras, sus compañeras; para que entendamos cada circunstancia, sintamos aflicción con un fatal desenlace de una de ellas y tengamos, como Matilde, esperanza.

Matilde es una empleada del Tea Rooms y ha tenido suerte de ser contratada allí, en un lugar distinguido y selecto de Madrid tal como repite continuamente la encargada, Teresa; o como la llaman la plantilla de mujeres obreras, la urraca. Teresa es Silvia de Pé, que le da al personaje toda la fuerza para que veamos a una encargada prepotente, que pisa fuerte por el salón dejando claro el sitio de cada una, situándose ella del lado de la empresa y subida a una máquina registradora que la eleva como el cargo que ocupa.

A partir de esa primera presentación Matilde conoce a la veterana Antonia, interpretada por María Álvarez, que se ha hecho completamente con el personaje encima del escenario. Antonia es una mujer que lleva toda su vida en el salón de té como otras compañeras y que representa a esa madre y a esa abuela que acoge a las recién llegadas con ternura. El haber vivido tantas penurias y el miedo a perder el empleo hace que siga agachando la cabeza.

Poco a poco iremos conociendo a las demás empleadas. Trini es interpretada por Elisabet Altube y es la que siempre trae algún cotilleo del exterior, tarda en cambiarse y la encargada le suelta la reprimenda. En el libro es descrita como la más exaltada en cuanto al temperamento y se ve perjudicada por el cambio de turno; de ahí sus llegadas con el vestido pegado al cuerpo por el calor y el ajetreo.

Aparece en escena Rosa, la mujer del camarero Cañete, que al parecer se ha enterado del lío que se trae con Teresa. La aparición de Rosa es breve, pero Carolina Rubio, que es quien le da vida, se meterá en la piel de Laurita el resto de la obra; ella es la ahijada del jefe al que llaman el ogro y que cuenta con ciertos privilegios como devorar cuantos bombones le apetezcan. La actriz encarna con sobresaliente todo aquello que Luisa Carnés dejó por escrito: el desparpajo, el ser demasiado coqueta, la voz elevada y su pasión por el cine y los buenos vestidos; se hace llamar una chica moderna que imita los ademanes de las estrellas de moda como Marlene Dietrich. Ella es tratable, alegre y cordial. Y pronto se quedará prendada de un chico de las tertulias que son asiduas al salón. Aparece con un vestido propio de su clase junto a una boina y cuando se coloca el uniforme negro algo más elegante que el de las demás compañeras también lleva unos distinguidos zapatos rojos. Nos hará reír en muchos momentos con sus ocurrencias y esas ganas de vivir contrastarán con el drama que dejará para el final.

Completa la plantilla Felisa, que tiene 18 años y pronto será despedida por la encargada debido a un altercado con unos ratones. Clara Cabrera es quien le pone rostro y voz, siendo también la más pequeña y última en llegar, Marta. Marta tiene dieciséis años y se incorpora al salón con una historia conmovedora. No puede ir a casa sin un trabajo pues su familia depende de su jornal.

El jornal, las tres pesetas por diez largas horas de trabajo como nos recuerda Matilde en sus monólogos siendo el alter ego de Luisa Carnés.

Diez horas de cansancio, de atender llamadas telefónicas, de despechar a la distinta clientela que Matilde repasa para que conozcamos a quienes van y vienen cada día; diez horas para limpiar bandejas, que es lo primero que hace Matilde, abrillantar. Diez horas para contar los dulces de las vitrinas, los del almacén, los chafados, los que se come Marta debajo del mostrador con la leche que le da Antonia para que deje de estar en los huesos antes de que empiece la vida en el salón; los que esta muchacha se quiere llevar a casa aunque estén roídos por los ratones.

Llega la Huelga y hay diferentes posturas pues no es fácil dejar de obedecer a quien te da esas diez pesetas aunque la protesta sea un derecho. Y de esto sabe Matilde, de no callar. Las puertas se cierran ante los disturbios para volver a abrir y retomar la rutina porque ellas son mujeres obreras y deben estar en sus puestos de trabajo con una sonrisa, a pesar de que los pies se sientan plomizos y el espíritu también decaiga por el día a día frenético que les marca cuál es su lugar.  

No falta un detalle en un escenario sobrio y realista en el que se disponen los mostradores y las vitrinas con el género colocado y una pantalla luminosa que nos brinda la vida al otro lado de ese obrador donde permanecen las obreras. Un lugar que se ilumina para que sepamos que empieza el turno y que se va apagando a la vez que se enciende el relato con la voz de Matilde. Lo que sigue oscuro es el cuartucho minúsculo y caluroso en el que se cambian las mujeres cada día.

Los vestidos de flores iluminan, como el verano, pero Matilde sabe que no son para las mujeres pobres y que esa luz hace ver el deterioro, la vestimenta parda, el descosido.

Luisa Carnés escribió una novela feminista tratando temas como la prostitución, siendo crítica, y haciendo ver que era la miseria la que llevaba ahí a las mujeres usadas por los hombres; y aquí está la joven Marta, “envuelta en un abrigo costoso, perfumada. En una hora indeterminada la acechan la sífilis y el hambre”. El matrimonio como una salida por la falta de recursos. El aborto y las consecuencias de no contar con ese derecho negado a día de hoy en países como El Salvador y por lo tanto con condiciones sanitarias adecuadas; y que se lleva la vida de Laurita que ya no comparecerá en el salón de té porque «permanecerá a un kilómetro de distancia, envuelta en una sábana blanca. Muerta por la sociedad». Tanto el caso de Marta como el de Laurita atañen a la responsabilidad social como escribió nuestra autora Sinsombrero.

Y todo sobre la precariedad laboral de las mujeres poniendo el foco en la clase y también la sororidad entre las obreras que comparten las mismas problemáticas aunque aún no lleguen al mismo nivel de conciencia pues esa toma de conciencia también es un camino. Es el camino de esa mujer nueva de la que habla Luisa Carnés al cierre de su extraordinaria obra.

Llega el otoño, la lluvia y una nube gris que se asienta en el salón de té.

Las mujeres obreras están consternadas ya que falta una de ellas. Matilde vuelve a narrar la rabia que siente pero tiene esperanza. Las luces bajan su iluminación, como el ánimo, y suena de nuevo el teléfono. Recuerden que el Tea Rooms es un café selecto de Madrid y se debe a su clientela, aunque en este lado del cable la voz de Trini ya no sea la misma.

Fotografía: Desde la página del Teatro Lope de Vega.

Ficha técnica:

Duración 90 min
Precio de 4 a 21 euros

Texto Luisa Carnés
Dirección y dramaturgia Laila Ripoll
Ayudante de dirección Héctor del Saz
Intérpretes Paula Iwasaki, Silvia de Pé, María Álvarez, Carolina Rubio, Elisabet Altube y Clara Cabrera      
Escenografía Arturo Martín Burgos
Vestuario y plástica Almudena Rodríguez Huertas
Espacio sonoro y música original Mariano Marín
Diseño de vídeo escena Emilio Valenzuela
Iluminación Luis Perdiguero
Producción Teatro Fernando Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa

2 comentarios en “Tea Rooms. Las mujeres obreras de Luisa Carnés llegan al teatro”

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