Skip to main content

Escritoras que nacieron en abril

Abril no solo es el mes del libro sino que a través de esta feria que se celebra en torno a él también festejamos la escritura de las mujeres. La escritora Joanna Russ dejó un revelador ensayo que nos descubrió tácticas empleadas durante mucho tiempo para acabar con la escritura de las mujeres. Mujeres que encontraron cómo se apropiaban de su obra porque era raro que lo hubiese escrito ella. Y cuando se reconocía que lo había escrito la cuestión planteada era si debería haberlo hecho. Esto es simplificar mucho puesto que no es una reseña sino unas pinceladas para esbozar la importancia de contar con obras escritas por mujeres en la literatura y en la filosofía y que sus nombres y talento sean al fin reconocidos.

Por ello he reunido aquí a las escritoras que nacieron en el mes de abril para acercarnos a ellas a través de sus discursos y de lo que dejaron por escrito, la única forma de saber quiénes eran y qué hicieron.

Empezaré por Marguerite Duras. Duras nació en Indochina. Yo la conocí a través del guión de ‘Hiroshima mon amour’ dirigida por Alain Resnais y con la interpretación de una espectacular Emmanuelle Riva. El cuatro de abril es el aniversario del nacimiento de esta escritora de la que me apetece leer lo que tiene que contar después de descubrirla en ‘Cuadernos de la guerra’. En su libro Escribir (2000) escribe:

Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado.

Continúo este camino con Gabriela Mistral: poeta, pedagoga y diplomática feminista. Nació un 7 de abril de 1889 en Vicuña. Fue la primera mujer latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura que lo consiguió en 1945, y  hasta el momento es la única mujer iberoamericana. Defendió la vida docente con esta máxima: «Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de la clase. Enseñar con actitud, el gesto y la palabra».

En uno de sus textos decía:

Escribir me suele alegrar; siempre me suaviza el ánimo y me regala un día ingenuo, tierno, infantil. Es la sensación de haber estado por unas horas en mi patria real, en mi costumbre, en mi suelto antojo, en mi libertad total.

Me gusta escribir en cuarto pulcro, aunque soy persona bastante desordenada. El orden parece regalarme espacio, y este apetito de espacio lo tiene mi vista y mi alma.

En algunas ocasiones he escrito siguiendo un ritmo recogido en un caño que iba por la calle lado a lado conmigo, o siguiendo los ruidos de la naturaleza, que todos ellos se me funden en una especie de canción de cuna.

Por otra parte, tengo aún la poesía anecdótica que tanto desprecian los poetas mozos.

Ella escribe y nosotras la leemos para que brote la belleza y el ruido se convierta en melodía, y lo dulce y lo amargo convivan en versos que siguen un ritmo que nos devuelven la pasión. Y por seguir con el tema que nos ocupa, el poema Mis Libros:

Libros, callados libros de las estanterías,

vivos en su silencio, ardientes en su calma;

libros, los que consuelan, terciopelos del alma,

y que siendo tan tristes nos hacen la alegría!

Mis manos en el día de afanes se rindieron;

pero al llegar la noche los buscaron, amantes

en el hueco del muro donde como semblantes

me miran confortándome aquellos que vivieron.

¡Biblia, mi noble Biblia, panorama estupendo,

en donde se quedaron mis ojos largamente,

tienes sobre los Salmos las lavas más ardientes

y en su río de fuego mi corazón enciendo!

Sustentaste a mis gentes con tu robusto vino

y los erguiste recios en medio de los hombres,

y a mí me yergue de ímpetu sólo el decir tu nombre;

porque yo de ti vengo he quebrado al Destino.

Después de ti, tan sólo me traspasó los huesos

con su ancho alarido, el sumo Florentino.

A su voz todavía como un junco me inclino;

por su rojez de infierno fantástica atravieso.

Y para refrescar en musgos con rocío

la boca, requemada en las llamas dantescas,

busqué las Florecillas de Asís, las siempre frescas

¡y en esas felpas dulces se quedó el pecho mío!

Yo vi a Francisco, a Aquel fino como las rosas,

pasar por su campiña más leve que un aliento,

besando el lirio abierto y el pecho purulento,

por besar al Señor que duerme entre las cosas.

¡Poema de Mistral, olor a surco abierto

que huele en las mañanas, yo te aspiré embriagada!

Vi a Mireya exprimir la fruta ensangrentada

del amor y correr por el atroz desierto.

Te recuerdo también, deshecha de dulzuras,

versos de Amado Nervo, con pecho de paloma,

que me hiciste más suave la línea de la loma,

cuando yo te leía en mis mañanas puras.

Nobles libros antiguos, de hojas amarillentas,

sois labios no rendidos de endulzar a los tristes,

sois la vieja amargura que nuevo manto viste:

¡desde Job hasta Kempis la misma voz doliente!

Los que cual Cristo hicieron la Vía—Dolorosa,

apretaron el verso contra su roja herida,

y es lienzo de Verónica la estrofa dolorida;

¡todo libro es purpúreo como sangrienta rosa!

¡Os amo, os amo, bocas de los poetas idos,

que deshechas en polvo me seguís consolando,

y que al llegar la noche estáis conmigo hablando,

junto a la dulce lámpara, con dulzor de gemidos!

De la página abierta aparto la mirada,

¡oh muertos!, y mi ensueño va tejiéndoos semblantes:

las pupilas febriles, los labios anhelantes

que lentos se deshacen en la tierra apretada.

Comparte día de nacimiento con Gabriela Mistral, un 7 de abril pero de 1890, Victoria Ocampo. Nace en Buenos Aires y es escritora y editora feminista. En 1931 creó la revista literaria Sur que publicaría Un cuarto propio y Orlando de Virginia Woolf. Conoció a Virginia en 1934 en Londres y mantendrían una correspondencia. Defensora de los derechos de las mujeres, en 1936 fundó la Unión Argentina de Mujeres. Fue la primera mujer admitida en la Academia Argentina de las Letras. En el discurso de recepción de 1976 pronuncia estas palabras:

Hasta hace poco, escribía Virginia woolf, las estudiantes no podían pisar ni el césped de las grandes universidades inglesas reservadas a los estudiantes. Esto dará una idea del trayecto recorrido por una mujer un poco menor que Virginia para llegar al sillón de Alberdi, en 1977. A ella le dediqué, en 1934, el primer tomo de Testimonios, publicado por la Revista de Occidente. Ella me animó a escribir, aunque sin saber a ciencia cierta a quién le aconsejaba tan delicada tarea. No leía en español. Pero deseaba que las mujeres se expresaran en cualquier idioma, en cualquier país, sobre cualquier tema, por trivial que pareciese. En mi dedicatoria le decía yo: «Usted da gran importancia a que las mujeres se expresen por escrito. Las anima a que escriban toda clase de libros, sin vacilar ante ningún tema… Piensa usted que los libros de los hombres no nos informan sino imperfectamente sobre ellos mismos. En la parte posterior de nuestra cabeza, dice usted, hay un punto del tamaño de un chelín que no alcanzamos a ver con nuestros propios ojos. Cada sexo debe encargarse de describir, para provecho del otro, ese punto. Convendría, pues, que no nos mostráramos ingratas y les pagáramos con la misma moneda.


Muchas de nosotras, que estudiamos filosofía en el instituto, no leímos el pensamiento de María Zambrano porque era imprescindible estudiar a su maestro, Ortega y Gasset. Con el tiempo hemos honrado a esta filósofa que nació un 22 de abril de 1904 en Vélez- Málaga. Fue discípula de Ortega y Gasset y se convirtió en una pensadora fundamental del siglo XX. Su pensamiento es razón, mística y poesía. Como defensora de la República su voz fue clave en momentos convulsos. Su compromiso político notable y triste su partida hacia el exilio.

El catedrático Juan Fernando Ortega cuenta en Una Mujer en la frontera cómo María Zambrano detalla el cruce de la frontera. La filósofa iba acompañada de su madre y de su hermana Araceli en coche. En el último tramo María Zambrano identifica a Antonio Machado que iba acompañado de su madre haciendo el camino a pie y es invitado a subir a su coche. Éste se niega afirmando que su lugar está con el pueblo. Entonces María Zambrano baja del coche y lo acompaña a pie hasta cruzar la frontera.

Después de esta emotiva anécdota y para seguir con la emoción de la escritura y los libros comparto unas líneas del artículo Por qué se escribe publicado en 1934 en la Revista de Occidente.

Escribir viene a ser lo contrario de hablar; se habla por necesidad momentánea inmediata y al hablar nos hacemos prisioneros de lo que hemos pronunciado, mientras que en el escribir se halla liberación y perdurabilidad -sólo se encuentra liberación cuando arribamos a algo permanente. Salvar a las palabras de su momentaneidad, de su ser transitorio, y conducirlas en nuestra reconciliación hacia lo perdurable es el oficio del que escribe. 

La escritura nos trae la poesía y la poesía nace, se crea y lo cambia todo con poetas como Alejandra Pizarnik. Nació un 29 de abril de 1936 en Buenos Aires y procedía de una familia de inmigrantes rusos. Escribió en revistas, críticas en diarios y poesía. Se suicidó con 36 años. ¿Cómo puede ser que la obra de esta poeta que acabó con su vida y que nos hablaba de la búsqueda de la identidad, de la angustia existencial y de la muerte sea un consuelo? Porque su escritura es intensa y auténtica, nos lleva a sus emociones para quedarnos en ese mundo interior; nos habla de la vida y nos ayuda a entender el mundo. Por la belleza. En Cuaderno de septiembre de 1954 cuenta:

Entro en una librería desconocida. Me dirijo a los anaqueles coloreados, llena de curiosidad y tensa de emoción. La esperanza de hallar «algo nuevo» es quebrada por la voz del empleado que me pregunta qué títulos busco. No sé qué decirle. Al fin, recuerdo uno. No está. Hubiese querido seguir mirando, pero sentía sobre mí el peso de esa mirada comerciante, tan estrecha y desaprobadora ante alguien que «no sabe» lo que quiere. ¡Siempre lo mismo! ¡Siempre hay que aparentar la posesión de un fin! ¡Siempre el camino rectamente marcado!

El mes de abril y el homenaje a las mujeres que escriben termina con el nacimiento de una escritora y filósofa convertida en referente del feminismo: Mary Wollstonecraft. Nace un 27 de abril de 1759. Su libro, Vindicación de los derechos de la mujer, fue publicado en 1792 y es considerado una obra fundacional del feminismo.

¿Cuáles eran los ideales de la Ilustración y por qué el feminismo, como escribe Amelia Valcárcel, es un hijo no deseado de esa Ilustración? La Ilustración es guiada por el ideal de la razón y la defensa de la ciencia, la educación y la libertad. No obstante, los Ilustrados del momento se olvidaron de la emancipación de las mujeres. La defensa y la convicción por estos principios lleva a Mary Wollstonecraft a rebatirle de manera argumentada a Rousseau y su libro Emilio, dejando por escrito la exigencia en la aplicación del principio de igualdad al sexo femenino.

Ella pensaba que la educación descuidada de las mujeres las hacía débiles y desgraciadas y en el ensayo mencionado explica por qué las mujeres deben ser educadas al igual que los hombres. La filósofa interpela también a las mujeres exponiendo las consecuencias de quedar a merced de quienes se convierten en seres racionales:

Espero que mi propio sexo me disculpe si trato a las mujeres como criaturas racionales en vez de halagar sus encantos fascinantes y considerarlas como si estuvieran en un estado de eterna infancia, incapaces de valerse por sí mismas. Deseo de veras mostrar en qué consiste la verdadera dignidad y la felicidad humana. Deseo persuadir a las mujeres para que intenten adquirir fortaleza, tanto de mente como de cuerpo, y convencerlas de que las frases suaves, la sensibilidad de corazón, la delicadeza de sentimientos y el gusto refinado son casi sinónimos de epítetos de la debilidad, y que aquellos seres que son sólo objetos de piedad, y de esa clase de amor que ha sido denominada como su hermana, pronto se convertirán en objetos de desprecio.

Sitúa sobre la mesa la falacia del diferenciado carácter sexual:

Se han esgrimido muchos argumentos para demostrar que los dos sexos deben tender a alcanzar un carácter muy diferente; o para expresarlo de modo más explícito, no se admite que las mujeres posean la suficiente fortaleza de mente para adquirir lo que realmente merece el nombre de virtud.

A las mujeres desde su infancia se les dice, y se les enseña con el ejemplo de sus madres, que para obtener la protección del hombre basta un pequeño conocimiento de la debilidad humana, denominado de forma más precisa astucia, suavidad de temperamento, aparente obediencia y una atención escrupulosa a una especie de decoro pueril; y si son hermosas, todo lo demás es innecesario, al menos durante veinte años de sus vidas.

Se centra en la publicación El Emilio de Rousseau donde el filósofo no se ruboriza al mantener que la tarea de las mujeres debe ser la de hacerles a los hombres la vida más agradable.

Rousseau expresa que una mujer jamás debería, ni por un momento, sentirse independiente, que debería moverse por el miedo de ejercitar su astucia natural, y que se trata de hacer de ella una esclava coqueta, con el fin de convertirse en un objeto de deseo más seductor, una compañía más dulce para el hombre, cuando quiera relajarse.

Vinculadas al hombre como hijas, esposas y madres, su carácter moral puede valorarse por la forma en que llevan a cabo estas simples obligaciones; pero el objetivo, el gran objetivo de su esfuerzo, debería ser realizar sus propias facultades y adquirir la dignidad de la virtud consciente.

Mary Wollstonecraft insiste en que una educación diferencial en la que las mujeres carecen de instrucción sitúa a las mujeres en un lugar de desventaja y de sujeción:

Se las trataba como mujeres casi desde su mismo nacimiento, y recibían cumplidos en vez de instrucción, que debilitaban su mente […] No concediéndoles entendimiento, sin embargo, no era más que consecuente someterlas a una autoridad independiente de la razón, y, con el fin de prepararlas para esta sujeción.

Sostengo que, si no se oprimiera a las mujeres desde la cuna, el corazón se ensancharía a la vez que el entendimiento ganaría fuerza.

Nuria Varela relata en su libro Feminismo para principiantes que Mary Wollstonecraft vivió un desamor con 36 años y se adentró en el río Támesis con la intención de que sus ropajes se empaparan y no la hicieran flotar, pero precisamente eso fue lo que la salvó.

Al año y medio conoció al filósofo William Godwin y queda embarazada de su segunda hija. Diez días después de dar a luz a la reconocida escritora Mary Shelley, precursora del género de ciencia ficción con su Frankenstein, muere de una septicemia debido a la infección que tuvo tras las malas condiciones de higiene médica de la época.

Esther Cross recoge en La mujer que escribió Frankenstein:

«William Godwin llevaba con frecuencia a Mary y a Fanny al cementerio, a la tumba de su mujer, centrada entre dos sauces que había mandado plantar. Fanny y Mary practicaban lectura con las lápidas. Era algo que hacían los chicos. Pero Mary aprendió a leer y escribir su nombre leyendo el nombre de su madre escrito en una tumba: Mary Wollstonecraft Godwin».

En uno de los programas del podcast Mujeres con las Botas Puestas, conducido por Ángeles Caso y dedicado a Mary Wollstonecraft, comentaban que esta filósofa estaría orgullosa de su hija y que solo quedaba imaginar cómo hubiera sido la vida de Mary Shelley con la presencia de su madre que tan solo le dejó el legado de sus ideas; y que daba igual lo preparada que estuvieses porque el amor tóxico te podía alcanzar.

Yo también estoy orgullosa de ellas y sé que no es fácil desprenderse de todo un sistema de dominación que lo impregna todo.

En 2017 la directora saudí Haifaa al-Mansour llevó al cine un acercamiento a la vida de la escritora Mary Shelley, hija de una referente para el feminismo, y las feministas.

Honren los libros y a las escritoras.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *