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Romantizar al putero en el cine

Como cada año se vuelve a emitir en televisión la película ‘Pretty Woman’ catalogada en su ficha técnica bajo el género “comedia romántica”. Según recoge Fotogramas haciendo alusión a un estudio elaborado por Barlovento Comunicación con fecha de 2014, esta película se ha emitido 157 veces en España; 20 en abierto y 137 en cadenas de pago. Como sabemos este filme se estrenó en 1990 y si hacemos cuentas desde su paso a las televisiones en 1994 podemos comprobar que cada año vuelve a la parrilla televisiva varias veces. El mes de septiembre llega con una nueva emisión en Telecinco del Grupo Mediaset y como se puede leer en Vertele, serían ya 35 pases para esta cadena.

‘Pretty Woman’ es un clásico en las televisiones, una “película de culto” como también la describen, una comedia de sobremesa para verla un domingo por la tarde o cualquier otro día en horario nocturno que llega cerrando aniversarios desde su lanzamiento. Sin entrar en un análisis de cómo aparecen los personajes que expondré más adelante, el argumento básico muestra a un hombre de negocios, multimillonario y apuesto, Edward (Richard Gere), que se encuentra con Vivian (Julia Roberts), una “mujer de la calle” (una de las acepciones de la palabra “mujer” según la RAE para referirse a “prostituta que busca clientes en la calle”) que se le acerca alegremente y le ayuda con una indicación por dinero. Ella decide. Su amiga momentos antes de este encuentro clave le dice “nosotras decidimos con quién, cuánto y cuándo”.

En un principio el plan del señor acaudalado era que ella se quedase una noche, pero tras ofrecerle 3.000 dólares por una semana acepta la oferta encantada. Vivian se enfrenta a juicios de valor, al estigma, al rechazo, a la burla y al desprecio por parte de algunas personas como el también rico amigo y abogado de Edward a quien éste le dice que “es una puta”. Por otro lado, están esas otras personas que ayudan a la protagonista a ser una mujer respetada y elegante, que cambia su imagen gracias al dinero que “el cliente” le da y que gracias a ese “cliente”, Vivian sale de la calle, encuentra el camino para retomar sus estudios y, además, conoce el amor. Nada que ver con el final escrito en un primer guión, con el título ‘3.000’ que terminaba con el señor rico tirando un fajo de billetes a la mujer prostituida que acababa tirada y ultrajada; y nada que ver con la realidad de la prostitución que siempre aparece como sinónimo de prostituta obviando en el esquema a los actores responsables de este “negocio” ilícito.

Así es el cine. Puede servir para problematizar sobre algún tema y abordar la realidad para crear conciencia y cambiar esa realidad o puede usarse para reproducir todo el imaginario patriarcal mostrando a los varones como sujetos importantes a los que se les perdona todo, aunque sus actos sean despreciables y donde las mujeres aparecemos como algo anecdótico dentro de la vida de esos varones. Pilar Aguilar, investigadora y crítica de cine feminista ha escrito bastante sobre análisis fílmico y acerca de esta película en concreto. En una entrevista a propósito de cómo aparecen los hombres y las mujeres en el cine y donde da algunos apuntes sobre la introducción de los personajes de ‘Pretty Woman’ decía: “Ellos son los seres dignos de encarnar el relato socialmente compartido. A ellos les ocurren cosas interesantes. En toda esa aventura que va a vivir el varón siempre hay un capítulo erótico-amoroso. Aquí aparecemos nosotras; ¿qué ocurre entonces? Que somos un parque temático dentro de la aventura del varón”.

Uno de los problemas que presenta ‘Pretty Woman’ es que esta narración se adecua en cierto modo al relato que hace el lobby proxeneta de “la trabajadora sexual”. La periodista e investigadora Kajsa Ekis Ekman en su libro El ser y la mercancía cuenta cómo en el sistema reglamentarista del siglo XIX se consideraba a las prostitutas inferiores, desde el punto de vista de la biología. En el llamado “modelo de drenaje” la prostitución era necesaria para canalizar esos impulsos irrefrenables de los hombres. El foco estaba en las mujeres cuyos estudios de algunos médicos de la época reflejados en estas páginas referían que “eran vanidosas”, “había algo malo con estas mujeres”, eran “débiles mentales”, tenían “cabezas grandes y rostros pequeños…». Sin embargo, no ponían la atención en los varones que terminaban con esas mujeres tan malvadas y poco agraciadas. Pasado el tiempo, el foco sigue estando en las mujeres con algunos cambios que se adaptan mejor al sistema neoliberal con el “yo decido” o la “libre elección”. Me refiero a la “trabajadora sexual”. Ekis Ekman escribe: “El relato de la ‘trabajadora sexual’ es, ante todo, una narrativa sobre mujeres. En el centro no se halla un hombre que compra sino una mujer que vende. Lo que se pretende es modernizar la imagen de esta mujer, al reinterpretarla de prostituta a ‘trabajadora sexual’. La ‘trabajadora sexual’, dicen, es una mujer fuerte e independiente. Es atractiva, inteligente, empresaria o empleada, sabe lo que hace y no acepta que nadie la fastidie”.

Volviendo a la película, Vivian parece tener claro lo que quiere ya que en todo momento ella es la que negocia. Decide “trabajar” por su cuenta para que ningún “chulo” se quede con su dinero y esta película se centra precisamente en las “bondades” de la prostitución (a pesar de que en un instante de la película ella cuente que ha pasado miedo), en las oportunidades y en los puteros “majos” porque sí, ha llegado el momento de decirlo, Edward es un putero y da igual lo amable que parezca ya que si cree tener derecho de comprar una mujer pasa a ser un criminal, por mucho que el cine y los medios contribuyan a romantizar la figura del putero.

 Al comienzo de la cinta hay una escena que puede pasar desapercibida y se trata del momento en el que un policía hace preguntas acerca del asesinato de una mujer que había sido prostituida y que había acabado en un contenedor. Incluso aquí se banaliza ese hecho tan terrible con la turista sacando fotos del cadáver. No nos alarma porque desde el comienzo la narración se ha encargado de decirnos qué lugar tiene cada cual dentro del metraje; de nuevo traigo el análisis de la experta Pilar Aguilar: “La presentación de él dice que es una persona con muchas cualidades; que es rico, inteligente, que le gusta la ópera, que tiene amigos, que tiene abogado, que tiene muchas exnovias… Lo presentan como una persona y lo adjetivan muy favorablemente. Con el primer plano que le hacen vemos que queda muy puesto en valor”. Sigue Aguilar con la protagonista: “En el caso de ella vemos que es una mujer, pero todavía no le hemos visto la cara. La vemos en fracción. No le vemos la cara y aparece un plano de él como si fuera imposible presentarla a ella sin recordar que él existe. Todos los planos de ella son con una carga erótica y al mismo tiempo cutre. Imágenes del coche de él porque él es el que se mueve aunque no la busque. El espacio y el movimiento pertenecen al varón. El mensaje es: Hombre con una vida completa y rica encuentra un trozo de carne […]Es una presentación destructora de la individualidad».

La prostitución es una institución fundacional del patriarcado que les otorga a los hombres el derecho de tener mujeres disponibles y el capitalismo neoliberal se ha encargado de usar el mito de la libre elección para centrar la atención en las mujeres que “eligen” ser compradas por varones revestidos de “clientes” que no sólo pueden ser románticos para una producción cinematográfica, sino que según algunos partidos políticos y algunas organizaciones supuestamente defensoras de los derechos humanos deben ser respetados y no criminalizados, como si dentro del esquema del sistema prostitucional no estuviesen en la parte perpetradora del daño junto al proxeneta que se beneficia de la explotación sexual de las mujeres ya sea en la calle, en pisos, en burdeles o en macroburdeles. Tanto puteros como proxenetas son responsables -con la connivencia de los Estados y de otros organismos internacionales- de esta forma contemporánea de esclavitud tal como consideraba Josephine Butler a la prostitución.

La socióloga Kathleen Barry expone en su libro La esclavitud sexual de la mujer: “En ninguna otra forma de esclavitud se espera que quienes detenten el poder amen a los que han dado en considerar inferiores y despreciables. El dominio masculino reduce a las mujeres a una categoría inferior, las tiene en escasa consideración y, al mismo tiempo, las convierte en objeto de la necesidad personal de amor, romance y sexo de los hombres. Los opresores de las mujeres tienen la excepcional responsabilidad, según los valores masculinistas, de amar y odiar a la vez a las mujeres. Algunos hombres podrán rechazar este papel contradictorio, pero otros necesitan cumplir en la práctica este mandato […] La prostitución les da la oportunidad de hacerlo, al tiempo que crea una separación limpia y socialmente sancionada de la mujer pura y la prostituta. Esta misoginia, el uso de las prostitutas para canalizar el desprecio hacia el sexo sometido y degradado, es la razón más poderosa por la cual siempre se ha considerado la prostitución como un patrón cultural universal: la profesión más antigua, la institución indestructible, el servicio social necesario. Su existencia va asociada a la dominación que se ejerce sobre las mujeres en todos los niveles de la sociedad”.

Las feministas lo sabemos y queremos acabar con su existencia porque no se trata de un trabajo ni es una institución indestructible. La prostitución es violencia, es dominación, es esclavitud y es un acto de deshumanización provocado a las mujeres a través de una brutal forma de violencia. Hay dos caminos, edulcorarlo con falsos cuentos de hadas siendo cómplices del atentado contra nuestra dignidad humana o trabajar por una ley abolicionista siguiendo el camino de la lucha iniciada por Josephine Butler en el siglo XIX protegiendo siempre a las mujeres prostituidas y señalando al putero, al proxeneta y al Estado. Con este cambio de paradigma tenemos que tener presente que las mujeres no venden, que son los hombres los que compran. La ficción con la que nos hemos adentrado en una realidad dantesca deja un mensaje claro a través de las palabras de la directora de cine Mabel Lozano: «Richard Gere existe; Pretty Woman, no”.

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