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El orgullo de someterse al mercado de la vida

La doctora Silvia Carrasco acudió la semana pasada a Córdoba invitada por la Federación de Asociaciones Vecinales Al- Zahara y el Fórum de Política Feminista de Córdoba para presentar el libro La coeducación secuestrada que ella misma ha coordinado. La ponencia llevaba por título “¿Por qué tantas niñas no quieren ser mujeres? Patriarcado neoliberal y mercado de la vida”.

Silvia es Profesora de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y presidenta de Feministes de Catalunya. Es también Vicepresidenta de Dofemco y una feminista comprometida con la agenda del feminismo y con la democracia que recordó el primer principio de la medicina preconizado por el médico griego Hipócrates hace más de dos mil años: “Primum non nocere” (ante todo no hacer daño).

Sin embargo, lo que observamos tras una rigurosa investigación que desvela las consecuencias del transgenerismo en un acto de propaganda por instituciones, medios de comunicación y que se sirve de la escuela es un daño irreversible a seres humanos sanos en nombre de la diversidad.

En una de las diapositivas Silvia mostró un cartel del Orgullo en Londres en el que aparecía una mujer que presentaba una doble mastectomía en calidad de “hombre trans” y que ilustra este texto. Así celebran en Londres el Orgullo.

La doctora Silvia Carrasco se pregunta dónde están las lesbianas y los gais. También nos preguntamos cuándo va a caer este delirio que destroza la vida de menores, borra a las lesbianas y atenta contra los derechos de las mujeres.

Al parecer es un orgullo mutilar un cuerpo sano y someterlo a tratamientos experimentales e irreversibles que como ella ha expuesto camina hacia un proyecto transhumanista que experimenta con seres humanos. Es un Orgullo que estas personas a las que se les hace creer que han nacido en un cuerpo equivocado se conviertan en pacientes crónicos de por vida. Es un orgullo que una mujer lesbiana quiera ser un hombre porque está mejor visto que haga la “transición” y así sea un hombre “heterosexual”; lo mismo para ese chico gay que es más aceptado si se rinde al mercado neoliberal de este negocio farmacéutico y pasa a ser una chica. Ni uno ni otra tendrán un orgasmo y verán afectado su desarrollo cognitivo.

Es un orgullo que los niños y las niñas que quieren romper los estereotipos sexistas sean inducidos a empezar la “transición social” que como apuntaba Silvia no es inocua:

“Cambiar el nombre, el aspecto físico para parecer del otro sexo es el primer paso para consolidar una creencia perniciosa de que los cuerpos están mal y que hay una infancia trans”.

¿Cómo puede ser que las preguntas de ese protocolo que se implementa en las escuelas hagan referencia a los gustos relativos a los juegos, a si tienen más amigos o más amigas, si se decantan por un color o por otro?

¿Acaso no hemos jugado muchas de nosotras con muñecas y nos hemos colado en el patio de los chicos para darle patadas a un balón porque nos daba libertad correr y hacer esas cosas “de chicos”? ¿No hemos odiado las chicas la menstruación cuando a partir de los 13 años empezábamos a sangrar cada mes, incrementándose ese odio en nuestras vacaciones de verano cuando íbamos por fin a la playa? ¿No hemos sentido que queríamos ser chicos cuando nuestro cuerpo se desarrollaba y hombres adultos nos miraban con unos ojos que nos causaban pavor? ¿No querríamos ser chicos si por nacer niña nos amputan los genitales o nos niegan el derecho a la educación?

Esto no importa, ya que lo que interesa es reclutar al alumnado, sometiéndolo a un ideario ficticio y perjudicial haciendo de un espectro algo tangible y uniendo la connivencia del profesorado y la contribución de la industria audiovisual que lo impregna todo proyectada a un público muy pequeño.

Que sean niñas la mayoría es para al menos cuestionarse qué está pasando. Y esta pregunta se responde con datos que Silvia Carrasco muestra extraídos del propio informe Tránsit. Las niñas están sometidas a unas terribles presiones estéticas, hay una exposición constante en redes, se produce una extividad, es decir, como señala Silvia, muestro lo más íntimo a los demás pero todo es construido y falso. Se da una hipersexualización en niñas: bañadores con relleno para niñas de 8 años, concursos de belleza, pigmentación perenne en los labios, bailes de twerking en fin de curso y los mandatos de género tradicionales que les dicen “asume, satisface, complace”.

Los menores se convierten en el 40% de los casos nuevos y el número de niñas desde los 10 hasta los 14 años supone un aumento exponencial en el confinamiento donde paralelamente hay una exposición exponencial en las redes sociales.

¿Dónde está aquí el progreso? El progreso sería la atención, el acompañamiento y una real coeducación que como explica Silvia consiste en «garantizar una educación libre de androcentrismo y de machismo para el alumnado, formar a chicos y chicas en relaciones justas que se basen en la igualdad y el respeto y erradicar las actitudes y valores que sustenten la violencia contra niñas y mujeres». En definitiva, que los niños y las niñas crezcan libres de mandatos de género y puedan desarrollar su personalidad en libertad aprendiendo a ver a su compañera de pupitre como una igual.

Silvia Carrasco comenzó diciendo que tenía malas noticias y para situarnos empezó por el origen, por la aprobación de la Ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas el mismo año que se aprueba la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, una ley de rango superior y que supone una contradicción. Después leyes autonómicas en Andalucía, Cataluña y País Vasco, extendiéndose por toda la península. Una campaña en 2017 de un autobús con la leyenda “Hay niñas con pene y niños con vulva, así de sencillo»; y a partir de 2018 comunidades autónomas  y departamentos de educación interesados en la coeducación pero contraviniendo esa ley de Igualdad al promover estereotipos sexistas como determinar si un niño está en un cuerpo equivocado porque le gusta jugar con muñecas o porque tiene más amigas.

Todo esto motiva a las docentes que escriben el libro a analizar leyes y el material educativo destinado al alumnado situándolo en un marco político. Aquí menciona la caída del Muro de Berlín:

«Es el momento en que se disparan todos los negocios criminales que tratan los cuerpos de las mujeres como mercancía. Coincide con una deriva antifeminista que sigue utilizando el feminismo y donde la agenda feminista es resignificada ya que en lugar de explotación sexual es trabajo sexual empoderante».

Así, como continúa Silvia, se resignifica la agenda feminista y con ella la coeducación alejándose de ser una educación para la Igualdad tal como recoge el Artículo 23 de la Ley de Igualdad.

«Ubicamos la coeducación como la resistencia al avance del neoliberalismo económico y también cultural, que promueve ideas y actitudes que hacen aceptable y deseable el mercado de la vida».

Silvia recuerda la importancia del lenguaje, que tanto en la explotación sexual como en la explotación reproductiva tapa ese negocio con el cuerpo de las mujeres. Lo más terrible de todo es hacer pasar este mercado de la vida por Derechos Humanos.

“Esto se ceba con las mujeres y con la infancia a través de la escuela […] Todos los regímenes totalitarios se han apropiado de la educación”.

Y aquí la ideología queer ha establecido su hoja de ruta con ese invento de la “infancia trans”: “Es un invento lingüístico que permite neutralizar cualquier oposición. Si tú dices que no existe esa ‘realidad’ estás negando el ser”. La ley trans de 2023, Ley 4/2023, de 28 de febrero, para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, se basa en tres pilares: Autodeterminación del sexo (el sexo se elige). El mantra de la exministra Irene Montero era “cada quien es quien dice ser”; Despatologizar ese malestar. Se deja de acompañar y se desatienden las causas de dicho malestar. Y por último una mordaza que anula un principio democrático invirtiendo la carga de la prueba.

Silvia Carrasco repasa las fases de la teoría queer:

Primero la disociación entre el cuerpo de la persona y su identidad. Imaginen lo que significa creer que no somos nuestro cuerpo, trascender el cuerpo, separarse de algo tan material, tangible y real como un cuerpo. He de traer aquí que este proceso de disociación se hace en las formas de explotación de las mujeres como la prostitución y las madres de alquiler; en el último caso, las mujeres que gestan para otros deben repetir durante ese proceso biológico que ese ser que crece en su vientre no es su hijo o su hija.

En segundo lugar la identidad como un espectro. Este ser o no ser; ahora soy mujer, ahora soy hombre. Aquí estaría el género fluido y un ejemplo real podría ser ese atleta que cuando subía a la montaña se sentía mujer y ya quizás con el cambio de presión volvía a ser hombre.

En tercer lugar se sitúa el descubrimiento. Silvia trae la etapa adolescente con una frase que todas podemos conocer al haber sido adolescentes o ser madres de adolescentes: “Tú no tienes ni idea”. El descubrimiento del quién soy solo corresponde a esa persona que se está descubriendo. Esto conecta con la transgresión, querer enfrentarse a esa persona que intenta meterse en ello.

Y por último encontramos la toma de conciencia de ser una minoría oprimida que se opone al sistema. Como repasa Silvia: «Mi opresor son las familias que me dicen que estoy equivocado. La familia que dice ‘eres una chica, ya te darás cuenta’, las feministas que dicen que esto de las hormonas es irreversible, que te haces daño. ¿Quién es el enemigo? Quien se opone a lo que pienso. ¿Quién le da la razón al adolescente? La ley trans y los protocolos educativos. Solo yo sé quien soy, tenga tres años o setenta».

Otra cuestión es la impasibilidad de la izquierda, de los medios que quieren ser portavoces de primicias y cuando sale un informe como el Informe Cass, cuyas conclusiones sobre la medicación de menores con disforia de género son demoledoras y que hace que los cuatro periódicos más importantes de Reino Unido (The Guardian, The Times, The Daily Telegrapg, Daily Mail) abran sus portadas con esta información, guardan silencio.

En referencia a la izquierda Silvia Carrasco afirma:

«La izquierda de este país no ha sido capaz de ver dentro de ese capitalismo neoliberal desregulado la vertiente del capitalismo cultural, que induce a aceptar este nuevo nicho de mercado, el mercado de la vida, que se carga derechos conquistados por el feminismo y lo venden como justicia social».

Volviendo al Informe Cass, elaborado por la doctora británica Hilary Cass y hecho público en abril de 2024, Feministes de Catalunya ha llevado a cabo la traducción del informe que se puede consultar en este enlace. Por su parte Docentes Feministas por la Coeducación realiza su análisis aquí. Y también dejo los resultados desde la página de las compañeras de Alianza contra el Borrado de las Mujeres.

Algunos elementos a destacar son:

«No existe ninguna evidencia médica probada de que este aumento insólito y exponencial de chicas pidiendo realizar transiciones médicas tenga un origen biológico, genético, prenatal o medioambiental».

«Que el modelo afirmativo es también un error desde el punto de vista médico y que la autopercepción es no sólo insuficiente sino negligente como herramienta para poner en marcha una transición médica en menores».

«La transición social es, en sí, un factor muy influyente y pernicioso, un paso previo al aumento de transiciones médicas en menores, haciendo numerosas referencias a ello dentro del sistema educativo y apelado a un cambio en ese sentido».

Si todo esto está sustentado en evidencias científicas, en datos sólidos y ha hecho que países con estas leyes transgeneristas reculen y se lleve al cierre de clínicas como la Clínica Tavistock que ha conducido a que Reino Unido prohíba el uso de bloqueadores a menores, cabe preguntarse a quién beneficia este mercado de la vida.

Esta respuesta ya ha sido adelantada en este extenso artículo: al proyecto transhumanista y a la industria médico- farmacéutica. Y como aquí se trata de hallar respuestas para encontrar la verdad y poder contarla Silvia Carrasco recomendó algunas publicaciones con datos sólidos alejados de la opinión y de discursos emocionales torticeros:

El libro del que se ha hablado junto con varias investigadoras, La coeducación secuestrada. Crítica feminista a la penetración de las ideas transgeneristas en la educación; No contaban con las madres. La lucha de miles de familias contra el fenómeno trans escrito por la periodista Nuria Coronado Sopeña que ha contado con las madres de la Asociación Amanda y Un daño irreversible. La locura transgénero que seduce a nuestras hijas de la periodista Abigail Shrier.

Representantes de la izquierda posmoderna de este país han repetido desde lo que se ha llamado “el gobierno más feminista y progresista de la historia” que estaban en el lado correcto de la historia mientras han legitimado un daño irreversible cuyas consecuencias ya se están viendo en todo lo documentado y en esas personas llamadas “detranscionadoras” que quieren volver a un lugar al que no es posible. Estar en el lado correcto de la historia significa respetar los derechos humanos, evitar todo daño posible, educar a los niños y a las niñas libres de mandatos destructivos para que no haya una educación diferencial por un sexo que no se puede negar ni cambiar y construir una sociedad donde se acabe con una desigualdad estructural que se va gestando en la escuela.

En el Día del Orgullo es necesario recordar que la “L” pertenece a las lesbianas, mujeres que aman y desean a personas de sexo femenino. Las lesbianas fueron las primeras y fue Stormé DeLarverie, mujer negra y lesbiana, quien inició los conocidos disturbios de Stonewall y que como ella declaró supuso una rebelión. Hay que conocer de dónde venimos y saber hacia dónde vamos para poder decir que realmente estuvimos en el lado correcto de la historia. Termino con el cierre de Silvia Carrasco en su ponencia:

«Hay que saber lo que hay de ideológico y de político detrás de esta moda dañina e interesada que ha desembarcado en las escuelas contra la infancia y en el feminismo contra las mujeres».

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