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Ruinas

Camina por el barro decidida. Las pisadas se hunden en la tierra mojada por una lluvia que ya ha cesado. A ratos el terreno es polvoriento con pequeñas piedrecillas que acaban por meterse en sus zapatillas, que han perdido la blancura pero siguen pisando el terreno.

No hay guijarros ni el sonido placentero de las olas bañando la arena en una tarde de silencio donde la única banda sonora es el agua mecida por la marea y alguna gaviota. El lugar del ahora se encuentra próximo a un río que suele dejar un vapor suspendido en el aire los días fríos; no es el caso de esta jornada impregnada de un bochorno que se adhiere al cuerpo húmedo, a pesar de esas nubes que la persiguen amenazando con volver a la tierra blanda y pantanosa.

Los recuerdos de las puestas de sol saladas la acompañan en los días donde el escenario descubre campos de trigo y pájaros que revolotean. Y alguna amapola que ha dado un rojo intenso al verde casi dorado de las espigas que ya han empezado a transformarse sin perder la esencia de lo que son.

Ella no es la misma de hace muchos años. No es aquella chica que miraba cómo el sol se despedía bajo la inmensidad del mar en un horizonte inalcanzable. Las emociones al volver a ese lugar lo corroboran. Ahora se sigue deleitando con el arrebol y sigue apreciando lo inconmensurable, pero con otros matices, otras notas y una sabiduría que la ha hecho fuerte.

¿Acaso no cambiamos de alguna manera para hacernos en el tiempo con las huellas, las erosiones, el viento y la quietud? ¿O más bien cogemos los fragmentos, las ruinas, todo aquello que nos hizo daño para recomponerlo dando la bienvenida a alguien que carga con todo el dolor en sus espaldas pero que ha encontrado los nuevos estímulos que hacen que todo tenga sentido?

Las cicatrices sanan porque nosotras lo hacemos poniéndole palabras a todo aquello que nos pasa. Nuestra experiencia es la experiencia de otras mujeres y en ese pozo nos hemos visto alguna vez para salir juntas de la mano. La hermandad reconforta, como las puestas de sol en una tarde de verano que parecía eterna.

Nada es eterno. Ni siquiera el desasosiego, la angustia, los porqués que alguna vez quedaron vetados.

Y, sin embargo, intentamos hacer perpetua la fuerza que emerge desde algún lugar dentro de nosotras mismas para no desfallecer, para no rendirnos, para seguir con las ruinas de nuestro pasado necesarias en el presente que construimos y transformamos.

La lluvia ha vuelto. Y me ha sorprendido caminando. La brisa ha mecido el trigo que a través de un susurro ha intentado sacarme de mis pensamientos. Me acerco y acaricio su textura. Dejo atrás las ruinas, o no. Y continúo el camino de vuelta.

2 comentarios en “Ruinas”

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