Nunca estamos del todo a salvo. Casi nunca queremos reconocernos en esa situación de vulnerabilidad. A veces salimos a tiempo. Las mujeres siempre compartimos una historia que nos suena. Siempre nos encontramos en el relato desgarrador de la violencia. Siempre pensamos que lo tenemos más difícil por ser mujeres. Siempre hay varones que nos recuerdan cuál es su poder. Y siempre hay alguna mujer que nos ayuda, que nos tiende la mano, que nos hace ver dónde estamos para que no hagamos solas el camino.
La investigadora y crítica de cine feminista Pilar Aguilar estableció unas pautas para determinar si una película era feminista: «Aquellas que con sus propuestas hacen avanzar la conciencia de los hombres y mujeres. Films que aumentan nuestra autoestima, reivindican nuestras luchas, nos explican a nosotras mismas, nos enseñan caminos para la liberación, nos animan a la sororidad, nos ayudan a superar contradicciones». La película Nunca casi nunca a veces siempre dirigida por Eliza Hittman es uno de esos films que nos hacen avanzar en esa toma de conciencia, que muestra las dificultades y la violencia con las que se encuentra una adolescente embarazada y cómo se hace necesario que otra chica la ayude junto a profesionales que le hagan las preguntas adecuadas para obtener las respuestas necesarias con las que ir a la raíz de la narración principal, dejando aquí en un primer plano de la protagonista la crudeza del verdadero relato.
Autumn Callahan tiene diecisiete años y trabaja de cajera en un supermercado con su prima Skyler. Se queda embarazada y junto a ésta hace un viaje a otra ciudad para abortar. Aunque antes de partir hay un recorrido como antesala de ese viaje largo y complicado con kilómetros en autobús, horas en metro, caminatas en la calle mojada arrastrando una maleta y miradas que desvelan el cansancio, el hambre y los pensamientos que son la propia voz de la historia.
Skyler a Autumn:
– Hoy no has ido al insti.
-He ido al médico.
– ¿Estás bien?
– Sí, bien.
– ¿Qué te pasa?
– Cosas de chicas.
– ¿Te duele la regla?
– Sí.
– A mí también, un montón. Me atiborro a pastillas todos los meses.
– Sí, y yo.
– ¿A ti no te gustaría ser un tío?
– Ya te digo.
Autumm va a una clínica de mujeres a hacerse el test de embarazo. El resultado es positivo y Beth, la directora del centro, le hace una ecografía y prácticamente la obliga a mirar el feto para instarla a que no tenga otra opción que no sea la maternidad. Le conecta los latidos y le dice: «Es el sonido más mágico que vas a escuchar nunca». En ese momento la joven necesita toda la información posible sin coacción y desde un lugar que no la haga sentir culpable sino donde se le brinden todas las opciones que pueda tener para no ser sometida a una decisión que no será libre.
Se informa, su prima la ayuda robando dinero y la decisión está tomada. Salida de madrugada y dos autobuses desde Pensilvannya hasta Nueva York.
Los diálogos son escasos a lo largo de la película. Basta con las expresiones de la protagonista y la prima que la acompaña con esa maleta que porta con el cansancio acumulado tras una estancia en un lugar alejado de su hogar que se prolonga. Han cogido un dinero que no pueden extender y que se acaba. Lo que va a hacer la chica no es gratis y tiene riesgos.
El derecho al aborto ha sido cuestionado siempre por políticos que acostumbrados a decidir sobre los derechos de la mujeres han considerado que pueden seguir ejerciendo ese control sobre nuestros derechos sexuales y reproductivos. En España contamos con una Ley del Aborto con la que un ministro quería acabar para retroceder y que acabó topándose con un Tren de la Libertad donde mujeres de todo el país y mujeres de otros países se sumaron a una marcha que consiguió detener ese proyecto de ley. Las conquistas feministas son lentas y países como Argentina logró la despenalización del aborto en 2021 aunque contemple términos como «personas gestantes» ya que a pesar de estas restricciones en cuanto a los derechos de las mujeres ya contaba con una ley para la «autodeterminación del género». No es el caso de otros lugares de América Latina como El Salvador, un país que lleva a la cárcel a las mujeres que tienen un aborto espontáneo.
Volviendo a España, las mujeres que acuden a las clínicas a hacer uso de su derecho a decidir se encuentran con grupos antiabortistas como la Asociación Católica de Propagandistas que se plantan ante esas clínicas para hostigar a las mujeres enseñando fotos del feto acompañadas de rezos. Y para reforzar esta campaña de acoso y delito de odio el año pasado revistieron marquesinas en paradas de autobuses y zonas de metro en diversas ciudades como Madrid, Vitoria, Valencia, Alicante, Sevilla, Córdoba, Málaga, Zaragoza, Murcia, Oviedo, Vigo, Valladolid, Santander o Salamanca, con cartelería con la que defienden dichas acciones que atentan contra un derecho amparado por la ley y con el beneplácito de algunos ayuntamientos. Y hace dos semanas en Castilla y León un partido de la ultraderecha proponía que las mujeres que fuesen a interrumpir voluntariamente su embarazo escuchasen el latido del feto.
En la película, cuando las dos chicas llegan a la clínica donde finalmente se va a realizar la interrupción del embarazo encuentran filas de personas rezando para asediar, culpabilizar y acosar a las mujeres que decidan no continuar.
Una vez dentro de la clínica la trabajadora social le hace una serie de preguntas cuyas respuestas deben ir precedidas por estos adverbios: «Nunca», «casi nunca», «a veces», «siempre». Aquí la chica muestra sentirse incómoda por tratarse de algo tan íntimo que va a compartir con una desconocida y es con la actitud y profesionalidad de esa desconocida como se crea un clima de más confianza que no podrá romper del todo esa distancia que la joven intenta mantener.
Las respuestas solo corresponden a Autumnn y es ahí donde se mantiene la cámara, dándonos la imagen de ella con una fría pared de fondo para oír también lo que no se dice y saber por las expresión de su rostro que su pareja la ha golpeado o agredido físicamente, que la ha obligado a tener sexo y que hay quien le está haciendo daño. A la última pregunta sobre si la han obligado a realizar un acto sexual se contesta con un sí o con un no, y la joven destrozada responde de manera afirmativa.
La directora muestra la violencia con la que se encuentra Autumn. La violencia de un chico que en una actuación donde la adolescente canta la llama «puta». La violencia de la pareja de su madre que la desprecia. La violencia de su jefe que intenta manosearla. La violencia del centro de la mujer donde le hacen chantaje emocional en un momento tan vulnerable. La violencia de un chico al que conocen en el autobús y con el que Skyler intercambia el teléfono y a quien recurren cuando no tienen más dinero, pues la prima se siente obligada a enrollarse con él y al chico no le importa que ella no quiera porque ha dado su consentimiento, y ese sí es el que cuenta aunque esté viciado y no sea realmente un sí.
De vuelta a casa las primas reponen fuerzas, se alimentan y sonríen, y a pesar de lo tortuoso todo ha salido bien y Autumn no corre peligro, aunque sabe que no está del todo a salvo porque nunca o casi nunca se está del todo a salvo siendo mujer en una sociedad patriarcal donde se legitima de alguna manera la violencia contra las mujeres.