Durante más de un mes se ha desarrollado un juicio mediático sobre el caso de Juana Rivas y desde que conocimos la historia de una madre que se negaba a cumplir una sentencia que le otorgaba a su marido la custodia de los hijos de ambos, una gran parte de la sociedad y el movimiento feminista nos posicionamos en el lado de la mujer.
Después llegaron catedráticos, juristas, periodistas, psicólogos y psicólogas, jueces y juezas que mantenían discursos enfrentados sobre el cumplimiento de la ley o la desobediencia de la misma; argumentos que intentando ser los garantes del Estado de Derecho, donde la ley es sagrada, se olvidaban de la necesidad de una perspectiva de género en la aplicación de esa ley ignorando una presente mirada androcéntrica, un sistema machista y un detalle importante en este proceso judicial como es una condena firme por maltrato.
He de decir antes de continuar que no soy jurista, por lo tanto no voy a usurpar un ámbito que no me pertenece y para el que me falta formación; sí soy una periodista que camina en la especialización de los derechos humanos, activista en la defensa de esos derechos y militante feminista porque entiendo que si las mujeres son privadas de su condición de humanas y se les niega en consecuencia sus derechos humanos, la democracia y todo lo que hemos construido en esta sociedad avanzada se caería; ya que sin feminismo y sin la libertad de la mitad de la humanidad estaríamos enarbolando la bandera equivocada y los Derechos Humanos, la justicia y la libertad serían una falacia.
Por otro lado no voy a decir mucho más de lo que han escrito mis compañeras feministas y alguna otra mente aliada, y especializada, que de manera responsable ha acometido este tema tan rodado en páginas de periódicos, informativos y debates televisivos; no obstante, al entender el feminismo como una gran red, escribir este artículo me sirve -nos sirve- para seguir tejiendo esa red de apoyo, sororidad y justicia.
Quiero empezar a hablar del tratamiento informativo de este caso. Todas las personas que somos licenciadas en periodismo y aquellas que a pesar de no haber pasado por la Facultad de Comunicación han tenido curiosidad por saber cómo funcionan los medios, sabrán que éstos forman parte de un primer poder junto al poder económico. No voy a dilatar líneas explicando las alianzas corporativas y los grandes conglomerados a los que pertenecen, ni tampoco dedicaré palabras en escudriñar las telarañas mediáticas a las que asistimos en todo este proceso, pero sí haré alusión a la brecha de poder. Es sabido que sólo el 10% de las mujeres ocupan puestos de liderazgo. Por lo tanto, ¿quién está al frente de estos medios?, varones que siguen las directrices de los dueños del periodismo.
En esta línea puede llegar el argumento de cuñado bajo el cual a las feministas nos tachan -y lo han hecho en este caso de Juana Rivas- de apoyar a las mujeres porque sí, por ser mujeres sin tener en cuenta nada más, ¡ni siquiera la ley! Vuelven a errar en el tiro y denotan no haber entendido nada sobre feminismo y sobre aplicar la perspectiva de género a cualquier proceso judicial, informativo o cualquiera que se presente ante nuestra mirada analítica.
Nosotras no apoyamos a Juana Rivas porque es mujer -que también-, nos posicionamos en un hashtag de #JuanaEstáEnMiCasa para visibilizar que era legítimo y justo desafiar la ley, desobedecerla, porque de lo contrario la estaríamos cumpliendo desamparando a una persona que representa a muchas Juanas en un país donde ellas son cuestionadas mientras el maltratador aparece con rótulos amables en televisión; donde además se le otorga la custodia a pesar de estar probada una violencia y un control continuado y sistemático hacia la madre de esos hijos a los que adora, como suele ocurrir en la mayoría de las peticiones de custodias compartidas, de repente y tras la separación. Apoyar a Juana no es solo una cuestión de sororidad sino un acto político.
En este punto ha habido otra cuestión digna de diseccionar; se trata del descrédito al que ha sido sometida Juana Rivas y de la normalización y banalización de la violencia machista al mostrarla en reportajes donde se recogían “los momentos felices de la pareja”.
Respecto al primer punto me gustaría traer el planteamiento que hace la psicóloga feminista Soledad Muruaga en un artículo donde responde a críticas de un aparente paternalismo que se ejerce desde el feminismo a las supuestas víctimas de violencia machista. Muruaga aporta dos conceptos claves para entender el compromiso social al que todos y todas estamos obligadas para luchar contra un problema sistemático, sistémico y estructural y por ende para ayudar a las mujeres víctimas de esa violencia también institucionalizada: reconocimiento social y justicia. “Reconocimiento social significa que la víctima sea creída y reconocida como tal, con todo respeto por su entorno, por todas las instituciones y por toda la sociedad. Cuando se pone en duda o se niega la credibilidad de sus vivencias y sus agresiones, se les está volviendo a victimizar una y otra vez, provocándoles nuevos sufrimientos, que pueden superar incluso al producido por la agresión”.
En el caso de Juana se han sucedido debates en los que se objetaba la decisión de volver con su marido maltratador y tener con él un segundo hijo; para contribuir en esta descalificación hacia la madre, se pasó a entrevistar al sujeto agresor en diversos medios dándole el altavoz desde el que aseguraba no ser un maltratador, quedando en la opinión pública esa idea de que Francesco Arcuri no sería tan malo cuando Juana Rivas volvió con él y que ella quizá sí sería algo mala por huir y esconderse con los pequeños. Contribuir en el descrédito de una mujer que ha sido víctima de violencia machista y que además se juega ir a la cárcel por proteger a sus hijos, víctimas de esa violencia, es inmoral, inhumano y forma parte de la maquinaria patriarcal que elabora leyes y dicta sentencias.
En el segundo aspecto de este planteamiento encontramos la justicia: “para sanar sus heridas, especialmente las psicológicas, las víctimas también necesitan justicia; es decir, el reconocimiento de la responsabilidad de sus agresores, unido a la reparación por el daño sufrido. Los agresores no pueden quedar impunes por sus delitos, tienen que responder social y penalmente por los daños causados”.
Aquí vemos un ejemplo de que la justicia vuelve a estar de parte del agresor y no hay otra explicación para entender que él esté en Italia ahora mismo con sus hijos de once y tres años. En este punto los expertos en Derecho me describirían el proceso judicial, los cauces legales para apelar a la disconformidad jurídica y la importancia de cumplir la ley; no voy a entrar en más explicaciones al respecto porque ya hay suficientes análisis que desmontan esta visión férrea de cumplimiento de la ley sin opciones que exijan su revisión.
Volviendo al papel de los medios de comunicación, sin especialistas en perspectiva de género y sin una óptica que tenga en cuenta el contexto, o como dice Amelia Valcárcel, el terrible contexto general, no estaremos haciendo un trabajo decente y sí reproduciendo la dominación, opresión y desigualdad propia del sistema patriarcal. Los tentáculos del patriarcado se han puesto en marcha desde distintos frentes. Otro de ellos, como ya venimos hablando, es el Derecho.
Henry David Thoreau, el padre de la desobediencia civil, elaboró un texto donde nace el concepto tras negarse a pagar un impuesto del gobierno que hubiese ayudado a financiar la guerra de Texas contra México. Su acto cuestionaba la legitimidad del gobierno al apoyar una guerra que a él le parecía injusta.
La maniobra de rebeldía le sirvió de inspiración a Tolstoi, Martin Luther King y a Gandhi. Y si seguimos en ejemplos prácticos, esta forma de acción política ha pasado a los anales de la historia materializada en el acto de Rosa Parks desafiando una ley por la cual debía ceder su asiento en el autobús a un pasajero blanco o en las acciones ejecutadas por las sufragistas británicas, a las que les estamos eternamente agradecidas, por enfrentar la ley para conseguir algo negado por ley como fue el derecho al voto.
Gandhi hizo uso de la desobediencia civil y fue encarcelado por ello pero creía en el poder de la noviolencia como “satyagraha” o fuerza de la verdad y de la justicia. Por su parte el profesor en ciencias políticas Gene Sharp recoge la desobediencia civil en su ensayo sobre 198 Métodos de acción Noviolenta.
No sabemos qué pensaría Thoreau o Gandhi de los actos de Juana Rivas pero nosotras sí creemos en la legitimidad de dichos actos aun dentro de un Estado de Derecho porque es ahí bajo el manto de la democracia donde se deben cuestionar las leyes injustas para que puedan ser revisadas y amparen a las personas vulnerables, víctimas de abusos de poder.
Precisamente para proteger a esas personas, otras desobedecen la ley e impiden que las expulsen y arrastren fuera de sus casas haciendo de escudos, de cadenas o negándose a ejecutar desahucios oponiéndose al mandato dado desde su propia profesión.
Podemos hablar de la legalidad del nazismo, del apartheid en Sudáfrica o del mismo apartheid permitido por la ley en una Palestina que aún resiste y sigue latiendo a pesar de estar cada vez más desintegrada.
Si nos vamos a la actualidad o a la proximidad de nuestra legislación recordaremos la retirada de la tarjeta sanitaria a inmigrantes “sin papeles” y la consiguiente desobediencia del personal sanitario para cumplir el derecho fundamental a la salud y el acceso a la atención primaria. En esta línea de legalidad y a día de hoy sigo viendo la ley en la construcción de vallas, su revestimiento con cuchillas y la aplicación de gases contra seres humanos; también en este espacio de muros presenciamos las “legales” “devoluciones en caliente” en nuestras fronteras donde mueren personas con una clara condición de refugiadas pero a las que se les prohíbe el derecho humano de solicitar asilo; y sigo indignada ante los “legales” Centros de Internamiento de Extranjeros donde las mujeres vuelven a llevarse la peor parte siendo víctimas de una doble o triple discriminación mediante la que es normal, por ejemplo, que al tener la menstruación y pedir compresas el personal se las proporcionen dos días después.
Es un hecho indiscutible que el Derecho y el Derecho Internacional también es machista y patriarcal; y al igual que en todos los ámbitos, ya sea en estudios clínicos, en la metodología de la investigación, la construcción de la historia, el lenguaje, la literatura, la ciencia, el cine… la mirada androcéntrica y el sesgo sexista ocurre en el Derecho.
A este respecto la Doctora en Derecho y abogada feminista Carmen Miguel Juan, aborda en su tesis doctoral “Una mirada feminista al derecho internacional de los derechos humanos y al derecho internacional de las personas refugiadas”, cómo la legislación utiliza como parámetro de lo humano al varón; por ello las mujeres experimentan más dificultades para conseguir, en este caso, la protección internacional. En este apartado colocamos sobre la mesa la olvidada y normalizada violencia contra la mujeres traducida en este estudio en la Mutilación genital femenina, trata de mujeres para la explotación sexual, transgresión de normas o costumbres sociales (determinadas formas de vestuario, matrimonios concertados o exclusión de determinadas profesiones) o esterilización forzada.
Para terminar este artículo quiero hacer hincapié en la necesidad de analizar el sistema donde se desarrollan nuestras relaciones, entre hombres y mujeres, niños y niñas; qué papel ejercemos cada cual dentro de la sociedad, qué roles desempeñamos, qué posición ocupamos y cómo afecta cada uno de estos aspectos a nuestras capacidades, al desarrollo de nuestras oportunidades y a nuestras vidas.
Tal como apuntan las investigadoras Capitolina Díaz Martínez y Sandra Dema Moreno, “la perspectiva de género no solo revela la dinámica de producción de identidades de género diferenciadas, sino el hecho de que las relaciones entre mujeres y hombres se traducen en relaciones de desigualdad, poder, exclusión, dominación, etc”. Con todo ello constatan “que la situación social de las mujeres, tanto en el ámbito público como en el privado, es fruto de un orden social injusto que privilegia a los varones sobre las mujeres”.
Insisto en la necesidad de incorporar una perspectiva de género que no se puede pasar por alto en una democracia que presume de garantías pero que adolece de un mal permanente al no amparar en términos de igualdad a todos sus miembros y a todas sus miembras.
(La imagen que ilustra el texto corresponde a un momento de la detención de la británica Emmeline Pankhurst, líder del movimiento sufragista cuyo lema era ¡Hechos, no palabras!).
El machismo y discriminación a que haces alusión, no sé si lo hubo antes, pero me consta que desde el anterior Secretario General de la ONU, y el actual ésto no es así. Es desde ahí que se han propuesto que las mujeres nos empoderemos y ejerzamos todos nuestros derechos humanos y legales -el real obstáculo es la iglesia de ahí viene el sometimiento y no sólo de las mujeres, tsmbién de los hombres. Antes, pasó que los Jefes de Estado nos decían que iban a una «reunión cumbre», pero nunca nos dijeron a qué iban. La ciudadanía sólo acataba a quejarse diciendo: «ya se va a pasear con nuestro dinero». Cuando regresaban, tampoco se decía nada. De igual forma que los gobernados no nos enterabamos, la ONU tampoco sabía si lo que habían firmado como acuerdos lo llevaban a cabo. No tenían porque dudar, porque siempre daban buena apariencia y no era fácil revisar. La tecnología ayudó a que todos nos enteráramos. Hablamos todos y los acuerdos firmados con la ONU, nos enteramos que eran compromisos de realizar cosas en beneficio y mejora de la vida de todos los pueblos y el respeto a sus derechos humanos y legales, a la ley y a todo lo que ahora se está moviendo para el cambio. Los gobiernos, seguro le decían a la ONU que lo hacían, mientras que los gobernados no se les enteraba, así nadie se quejabs y la ONU no se enteraba y no podía pedir el cumplimiento de lo firmado. No debemos olvidar qud la ONU tiene que ser respetuosa de las leyes de los países, respetar la soberanía y que no le corresponde en primer lugar resolvermos todo, porque primero le toca a nuestros gobiernos y presidente. Pero si debemos acudir a ellos en casos extremos, en peligro de muerte, en persecución, en caso de abusos de autoridad, de la Iglesia y cuando ésta pretende despojar a algun@ de sus bienes, de su casa y en caso de guerra. La ONU respeta la ley porque la pelea para tod@s los seres humanos. La ONU, no funciona igual que los gobiernos de los países y a veces la gente que le pide ayuda espera que es igual que con el gobierno. La ONU no es la Cruz Roja ni la Policía Municipal. Tiene muchas cosas importantes qué atender y muchas de ellas al mismo tiempo. Por fortuna tiene muchas personas que cooperan y están bien dispuestas siempre. En vez de buscarle defectos y fallas, observen los efectos de su labor. Los gobiernos suelen causar confusión, porque se adjudican como que ellos hacen o hicieron lo que realmente hizo la ONU. Nunca la vemos que sale a presumir «nosotros lo hicimos».
Gracias por tu apreciación; de ella se desvela una gran confianza hacia Naciones Unidas. A este respecto te diré que la creación de este organismo cuya función principal es preservar la paz, se hizo con bastantes expectativas y yo sigo apostando por su trabajo aunque la mirada crítica siempre nos ayuda a estar alerta. Como sabrás son 193 países los que integran la organización pero sólo cinco Estados miembros se sientan de manera permanente en el Consejo de Seguridad (EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido); lo que implica que las decisiones tomadas y ejecutadas respondan a los intereses geopolíticos, económicos y de estrategia de esas potencias. Pero volviendo al artículo sin desvincular el comentario de las Naciones Unidas, intento incidir en la visión patriarcal para la toma de decisiones, interpretación y aplicación de la ley. El machismo es una ideología que responde a una estructura de dominación y control como es el patriarcado y ese sistema desde el que se desprende el orden social, político y económico llega a todas las instancias de nuestra sociedad.
Vayamos por partes. Haces alusión al anterior secretario, Ban Ki Moon y a su sucesor António Guterres. De este último no tengo suficientes datos para valorar su gestión por la corta trayectoria de la misma a día de hoy; en cuanto a su predecesor, estoy de acuerdo en aspectos positivos como la concienciación sobre el cambio climático, fundamental para el Acuerdo de París; el compromiso con la igualdad de género y la creación de ONU Mujeres; que impulsase la Agenda de Desarrollo Sostenible o que públicamente se declarase feminista. No obstante podríamos poner en cuestión que se sigan postergando en agendas retos que ya deberían estar cumplidos (esto daría para otro artículo). También resultan insuficientes las acciones positivas antes mencionadas cuando aún hoy, y según un informe de ONU Mujeres, solo el 24,6 % de los puestos más altos están representados por mujeres. Y en esos altos cargos también tenemos el mismo puesto de la Secretaría General que a lo largo de 70 años ha sido ocupada por 8 Secretarios Generales, a pesar de haber candidatas dispuestas y más que preparadas para desempeñar el cargo.
Hablas del empoderamiento de las mujeres, concretamente del objetivo número 5 de los ODS. Para que se cumpla este reto es imprescindible entre otros aspectos el número 4, Educación de calidad, que nos recuerda el trabajo aún pendiente para cambiar los datos de la UNESCO que muestran que dos tercios del total de la población analfabeta son mujeres.
Desde la ONU se lanzan campañas y se trazan objetivos cuya implementación va demasiado lenta; asistimos a un porcentaje muy bajo de mujeres que ocupen puestos de liderazgo; estamos enfrentando una importante brecha salarial del 23%; una escasa participación de las mujeres en la toma de decisiones durante el conflicto armado y en los procesos de paz donde no se tiene en cuenta la enorme importancia de sus acciones para la recuperación y la construcción de paz; y lo más importante, estamos viviendo una violencia contra las mujeres sistemática, sistémica y estructural en todas las partes del mundo.
El caso de Juana Rivas, por el que me he motivado a poner en cuestión el Derecho, es un claro ejemplo de que la perspectiva de género no está presente en el tratamiento informativo, en la aplicación de la ley ni en la forma de elaborar dicha ley. Este comentario se me queda muy corto para todo lo que podría poner sobre la mesa demostrando las fallas del sistema, desde el propio Estado soberano hasta la sede donde todas las naciones del mundo se sientan a debatir aspectos que también conciernen a las mujeres como mitad de la humanidad pero que a menudo se olvidan de sus derechos humanos, mirando hacia otro lado cuando esos derechos son vulnerados; y a veces a la luz del día y de la ley.