Rosa Vargas es una teniente de la Policía Judicial de la Guardia Civil que se traslada al pueblo de Murias para investigar la desaparición de una chica.
Se muestra como una mujer segura de sí misma. La estética que acompaña a su ética profesional es siempre la misma: vaqueros, camiseta, chaqueta y botas; y sólo la cambia para pasar desapercibida en un lugar donde la sexualización de las mujeres es clave. Aquí ella también maneja la situación. Su complemento imprescindible es una libreta donde anota todas las pistas, los posibles hilos de los que tirar y el árbol que irá construyendo para desvelar quiénes hay detrás de cada rama.
Sabe lo que hace en cada momento y no se deja amilanar por los compañeros de cuartel. Allí trabajará junto a Mauro Seoane y Alberte Figueroa. El primero la trata de manera condescendiente, duda de sus capacidades, de su forma de trabajar y la tiene vigilada. Alberte, por el contrario, le recuerda a Mauro que ella es una superior.
La producción gallega El sabor de las margaritas es una serie que va de prostitución y trata, armando un discurso abolicionista que también deja claro que la prostitución y la trata son dos realidades indisociables.
La libre elección de las chicas que están en ese lugar donde los hombres van a prostituirlas queda como el mito que ya hemos demostrado analizando el propio sistema prostitucional.
La desaparición de la chica lleva a la teniente y a sus compañeros a la probabilidad de que haya más chicas desaparecidas.
Hay fiestas organizadas por hombres poderosos a las que acuden otros hombres que creen tener derecho de prostituir a mujeres y niñas. Ésta es la otra parte de una dantesca realidad, la prostitución y la trata de menores, que ya aparece en la primera temporada pero que se ve de forma más explícita y dura en la segunda parte de la serie, con prácticas como la llamada «snuff movie», o cómo infligir dolor a un ser humano, en este caso a mujeres, hasta provocarle la muerte ante una audiencia que está asistiendo en vivo a este acto perverso.
Aunque la serie no muestra tal escena sí aparecen imágenes de niñas o adolescentes que están ahí ante esa cámara cómplice con este acto criminal; y otras imágenes que harán que queráis apartar la mirada de la pantalla.
Algunos de los sistemas de captación se dejan ver en la serie ya que esas chicas lo cuentan; todo empieza para trabajar como modelo: “Quería ser modelo. Me tragué esa milonga que nos cuentan a todas”.
La directora y escritora Mabel Lozano en su libro El proxeneta recoge las palabras de un proxeneta que cuenta sin que le tiemble la voz algunos de estos métodos para captar a mujeres y explotarlas sexualmente:
“Nadie se levanta una mañana y decide ser puta; pero si reúne las condiciones, si es una mosca fácil de atrapar, nosotros tenemos la tela de araña perfectamente tejida donde caben las promesas de una vida mejor para ella y los suyos, los halagos que le gusta escuchar y algunas ayudas insignificantes que le presentamos como grandes favores y que ella nos agradece como si lo fueran. En cuanto la mosca pega sus diminutas patitas a la red pringosa, ya le es imposible soltarse. Y ahí se queda. Cazada. Lista para ser devorada por nosotros, con total crueldad, en un ritual de tortura, muy lento, que durará meses, años…, toda la vida”.
Y todas esas chicas han llegado a esa red de araña cargando con la violencia y la vulnerabilidad a sus espaldas que hace que sea cínico e indecente decir que ellas han elegido estar allí.
– Pero si eres una niña.
– Voy a cumplir los 16. Mi madre me tuvo con 14.
– ¿Ya habías estado en esta planta del hotel?
– Ahí es donde quedamos con los clientes.
– ¿Quedamos?
– Sí, ahí van los clientes que quieren follar con niñas. Supongo que ya lo sabes.
Cuando hablamos de los actores del sistema prostitucional descubrimos a los puteros o prostituidores, los proxenetas, los Estados; organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que tal como recoge la socióloga Rosa Cobo en su libro La prostitución en el corazón del capitalismo “reclaman a los países endeudados que edifiquen una industria del ocio y del espectáculo que facilite el pago de la deuda. Pues bien, la prostitución infantil y adulta es una parte fundamental de este sector económico que, a su vez, se configura como una estrategia de desarrollo para países con altos niveles de pobreza”.
También forman parte de todo este sistema la sociedad y las víctimas, las mujeres prostituidas. No obstante, hay muchos implicados más que actúan en connivencia con esta industria ilícita que se sirve de los cuerpos de las mujeres y de sus vidas, como son los hoteles, empresas de bebidas alcohólicas, periódicos, taxis…
Ninguna mujer es libre. Ninguna mujer que acaba en el club lo hace desde la libre elección porque no hay opciones cuando se trata de llevar una vida de violencia como huella y cuando la opción es la disociación con el propio cuerpo para soportar todo tipo de prácticas de los hombres que pagan creyendo que están ante cuerpos desechables.
– ¿Cómo acabaste en el club?
– Como todas las historias que acaban mal. Un padre que te pega, te enamoras del hombre equivocado. Por lo menos no me trajeron de contrabando.
– ¿Por qué me cuentas esto?
– Para que confíes en mí.
– Si quieres que confíe en ti dime quién es ese hombre.
– Te sorprendería saber cuántos hombres respetables fantasean con hacerlo con una colegiala. Y después se van a casa a darles a sus hijos un beso de buenas noches. Estamos rodeadas de monstruos.
Otra chica también confiesa: “Tengo 19 años y una vida de mierda pero le aseguro que no la cambiaba por la de las chicas de esas fiestas. En aquel lugar morir no era lo peor que te podía pasar. No se puede imaginar los monstruos que hay detrás de un traje con corbata».
El perfil del sujeto prostituyente es muy variado y no son monstruos, aunque lo que hacen sea un crimen; estos hombres que prostituyen a mujeres, que las prefieren jóvenes y que pagan más por “estrenarlas” son hijos sanos del patriarcado, un sistema de dominación perverso que crea a seres perversos. Son hombres normales con los que nos encontramos cada día por la calle; y en esos perfiles variados aparecen “hombres respetables” como dentistas, profesores de literatura, empresarios que te venden pisos, padres normales y corrientes que nunca llamarían la atención, jueces…
Fuera de la pantalla, las supervivientes de la prostitución y de la trata cuentan cómo era el infierno que han vivido y hablan del putero que va de majo, ese que sólo quiere hablar pero que no le interesa el drama de la mujer prostituida porque al fin y al cabo va a lo que va; y del putero violento que les hace pasar mucho miedo. Todos son los mismos hombres. Todos son puteros. Todos usan a esas mujeres como carne fresca, como mujeres desechables. Volviendo a la serie, uno de esos puteros dice: “Ya era hora de que renovaran la mercancía […] quien paga manda”.
En este punto me gustaría traer dos aportaciones de Rosa Cobo, que la prostitución responde a un sistema muy bien diseñado y que es una industria ilícita que se sitúa junto al narcotráfico y el armamento alimentándose de la economía criminal. Todo está estructurado de tal manera que nadie sea responsable de lo que ocurre porque los que compran mujeres para usarlas sexualmente son hombres corrientes, con apenas dinero; y también hombres poderosos que a su vez forman parte de la cúpula de la estructura que organiza esta forma de esclavitud.
Hay una declaración en la serie que resulta necesaria transcribir porque resume quiénes son los victimarios, quiénes son las víctimas y qué debería pasar para acabar con este atentado a la dignidad humana de mujeres y niñas:
– La pregunta es: ¿Quién mató a esas mujeres?
– Todos. Todos tenemos alguna parte de culpa. Los que organizan esas fiestas, los que van a ese club, vecinos, compañeros de trabajo, gente con la que te cruzas cada día. ¿Cómo murieron? Un cliente violento pasado de coca, ajustes de cuentas, sobredosis, suicidios. Lo único importante es que nadie se dé cuenta de que faltan. A nadie le preocupa lo que les pase a esas chicas. Es un negocio que mueve mucha pasta, Alberte. ¡Mucha! Y no desaparecerá mientras haya clientes y gente sin escrúpulos dispuesta a darles lo que buscan. Yo sólo era uno de ellos. Limpiaba los estragos y cerraba los ojos a cambio de dinero. A esas chicas no las maté yo, pero eso no me hace menos culpable.
En el sistema prostitucional todos los actores son responsables y cómplices porque todos forman parte de la deshumanización de las mujeres y de las niñas.
La serie está mostrando una realidad ante la que muchas personas cierran los ojos, apartan la mirada y siguen con sus vidas mientras las vidas de niñas y mujeres son compradas y traficadas de forma más violenta o bajo otras maneras más sutiles que también implican coacción, engaño, fraude y relaciones de poder.
Y sólo hay que mirar los datos que nos dicen que España es el primer país en la Unión Europea donde los hombres prostituyen a las mujeres y el tercero en el mundo; unas cifras que no cambiarán mientras haya prostituidores (mal llamados clientes) y gente sin escrúpulos dispuesta a darles lo que buscan.