Siendo consciente de que el periodismo forma parte de todo el sistema junto al primer poder que es el poder económico, a veces el periodismo se convierte en un cuarto poder capaz de destituir a un presidente o de meter en la cárcel a un depredador sexual que se cree intocable en la industria de Hollywood. Bueno, ya sé que de esto se encarga la justicia, pero para llegar ahí hay que dejar al victimario al descubierto. En este caso que nos ocupa el periodismo mantiene la dignidad gracias al trabajo de dos periodistas del New York Times como Jodi Kentor y Megan Twoley a las que darán vida en la pantalla Zoe Kazan y Carey Mulligan respectivamente.
La cinta comienza en Irlanda en 1922. Una chica muy joven acude a un rodaje entusiasmada. La siguiente imagen es ella corriendo mientras llora y se muestra claramente despavorida.
Han pasado cinco meses y entra en escena el relato de denuncias de varias mujeres en 2017 hacia el candidato a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump. Entre ellas se encontraban Jessica Leeds y Rachel Crooks. Ellas sabían a quién se enfrentaban y manifestaban su temor de hacer público el acoso sexual. Esa acción decisiva no tambaleó lo más mínimo el poder y Trump fue elegido presidente de EE.UU.
Una noticia salta en la redacción del New York Times y se trata de la destitución de Bill O’Reilly de Fox después de la retirada de 50 patrocinadores, tras salir a la luz las compensaciones económicas de 13 millones de dólares en 2002 para cerrar las demandas de cinco mujeres contra el presentador.
Según informó la Agencia EFE en 2017, el expresentador de Fox News, Bill O’Reilly, pagó en enero la suma de 32 millones de dólares para cerrar una demanda por acoso sexual a una analista que aparecía en su programa.
La cuestión que plantea la editora principal, Rebecca Corbett (Patricia Clarkson), en la sala de ese medio de comunicación es:
«¿Por qué el acoso sexual está tan arraigado y es tan difícil de aplacar?». Y para ello expone: «Hablemos de todos los ámbitos donde se puede producir el acoso sexual y también sus facilitadores. Interroguemos a todo el sistema».
La clave está en que es un problema sistémico. Un productor de cine acosa a una mujer y la industria del cine calla. Un presentador de un medio de comunicación acosa a una mujer y el medio guarda silencio hasta que pierde patrocinadores. Un candidato a la presidencia es acusado de acoso sexual y nada le impide llegar a ocupar la Casa Blanca. Un tenor es acusado de abusos sexuales, es ovacionado, y nada detiene que su voz siga rompiendo los límites de la ética. La violencia sexual está en cada lugar donde hay un hombre amparado por el sistema y todos esos facilitadores que miran hacia otro lado convirtiéndose en cómplices. Para pararlos es necesario dar un golpe en la mesa, armarse de mucho valor para denunciar y que tras ese paso hacia delante lleguen más voces que digan “Me too”.
En nuestro escenario cercano tenemos casos en distintos ámbitos. Voy a hacer repaso.
Dani Alves, el predicador que habla con Dios.
El exfutbolista Dani Alves fue acusado de agredir sexualmente a una mujer de 22 años en la discoteca Sutton de Barcelona. El 2 de enero de 2023 la chica formaliza la denuncia. Es llamado a una comisaría por los Mossos d’Esquadra y en la declaración ofrece hasta tres versiones: que si no la conocía, que si ella se abalanzó, que al final sí hubo penetración… por lo que la jueza decreta la prisión preventiva por riesgo de fuga. El 17 de abril reconoce penetración anal y vaginal con consentimiento pero declara que lo ocultó por su pareja. En febrero de 2024 la Audiencia de Barcelona lo condenó a cuatro años y medio de prisión, prohibiéndole el acercamiento a la víctima durante nueve años y medio. A los dos meses salió de prisión bajo fianza pagando un millón de euros y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña lo absuelve del delito de agresión sexual por “no haber suficientes pruebas de la violación” y por ser el testimonio de la víctima “poco fiable”.
Seguramente para tipos negacionistas como Soto Ivars se ha hecho justicia. La justicia patriarcal a la que le cuesta incorporar la fiabilidad del testimonio de las víctimas. Y aquí recuerdo que el hecho de que una denuncia se archive no significa que sea falsa ya que se archiva por falta de pruebas; ya sabéis, los testimonios “poco fiables”, la violencia psicológica tan difícil de demostrar o la careta del agresor hacia el entorno que declara que era un hombre ejemplar. Por cierto, Dani Alves se ha convertido en predicador y asegura haber hecho un pacto con Dios. No sabemos de qué se trata, pero más vale que los pactos de los hombres se firmen con otros hombres pero no para perpetuar la fratría sino para dejar de violentar a las mujeres.
Luis Rubiales, el del piquito convertido en escritor.
Luis Rubiales es ese hombre que creó la narrativa de alargar la acción que transcurre en un segundo con la invención de una historia del consentimiento hablado, como si esa escena no hubiera ocurrido delante de las cámaras y ante demasiadas personas espectadoras, también en diferido. Volvamos hacia atrás.
Era un 23 de agosto de 2023 y tras disputarse la final del mundial de fútbol femenino entre España e Inglaterra, la selección española se alzó como campeona. Este acontecimiento le hizo al entonces presidente de la Real federación Española de Fútbol (RFEF) agarrarse los huevos eufórico delante de la reina Letizia y de su hija Sofía que tenía dieciséis años.
Al poco tiempo y durante el acto de la entrega de medallas Luis Rubiales sujetó la cara de la jugadora Jennifer Hermoso, la llevó hasta sí y le dio un beso. Esa situación se normalizó en un primer momento y en los medios se relataba como algo espontáneo fruto de la emoción del momento. Sin embargo, a medida que se reproducía la escena y se comentaba acerca de la misma los propios periodistas empezaban a cuestionar la “normalidad”. Jennifer Hermoso manifestó en un directo desde los vestuarios que no le gustó dejando ver claramente su incomodidad y su “no consentimiento”. El periodista Juanma Castaño cayó en la cuenta de que es como si un jefe le diera un beso a una empleada.
A las feministas nos llaman exageradas cuando analizamos estas situaciones para sacarlas de esa perversa normalidad que normaliza el abuso de poder y la impunidad de usarlo sin consecuencias. El #metoo llegó al fútbol femenino con el #seacabó y las jugadoras apoyaron el relato de Jennifer Hermoso que declaró sentirse vulnerable y víctima de una agresión. Un acontecimiento para celebrar se enturbió por la decisión de un hombre que, una vez más, cruzó los límites.
Actualmente el agresor ha tenido que pagar una multa de 10.800 euros que no le ha impedido escribir un libro y promocionarlo con el título Matar a Rubiales, que no es que quiera promocionarlo pero es que resulta cínico que el victimario se haga pasar por víctima. Ah, dejo por aquí una pieza que escribí con unos apuntes sobre el consentimiento de las mujeres.
Plácido Domingo. A tenor de la ética.
Qué decir de este señor acusado por varias mujeres de abuso sexual y que él mismo reconoció diciendo que eran otros tiempos. Es curioso porque según documenta la historiadora Gerda Lerner el patriarcado se creó hace 2.500 años, por lo que esos tiempos son los mismos tiempos donde los hombres hacen uso de su posición para violentar a las mujeres. Aunque he de darle en parte la razón al tenor y es que afortunadamente en estos tiempos y pese a la constante reacción patriarcal las mujeres hemos decidido no callar, unirnos en esta rebelión colectiva y éticamente guiada que es el feminismo para que esos hombres dejen de ser intocables y sean descubiertos.
No me extiendo más con este abusador ovacionado ya que le dediqué un artículo haciendo un recorrido por la ética y la estética, lo sublime de la música y hasta dónde ir para no perder aquello que nos dice ponte en el lugar del otro, y de la otra.
Donald Trump, el acosador sexual que vuelve a la Casa Blanca antes de Navidad.
En la película que ha motivado este artículo aparecen las primeras acusaciones hacia el presidente norteamericano en 2017. En 2023 fue condenado del delito de abuso sexual hacia la columnista Jean Carrol quien lo acusó de violación en los probadores de unos almacenes en los años 90. También lo acusó de difamación cuando ella hizo pública la agresión. Su condena ha sido pagar 83,3 millones de dólares y su recompensa continuar de presidente de uno de los países más poderosos del mundo que se sienta en el Consejo de Seguridad de la ONU.
La película She said o Al descubierto hace una radiografía de todo el proceso de investigación antes de su publicación del caso Harvey Weinstein, pero deja ver el desgaste de las periodistas y su implicación personal y profesional. Ambas eran madres y una de ellas tuvo que lidiar con esa depresión postparto de la que no se quiere hablar. La cuestión es que lo que está en la base de todo es hablarlo, hacerlo visible para que el problema pueda ser nombrado y así se pueda llevar a cabo un proceso de reparación.
En la cinta se recoge que se instauró el silencio, el miedo y la intimidación, ya que denunciar implica la posibilidad de no ser creída, de que el denunciado arropado por el poder le haga la vida imposible a la víctima. Pero entender la dimensión del poder a pesar del miedo también ayuda a comprender que “esto va más allá de Weinstein, hablamos de un sistema que protege a los abusadores”. Y sólo atacando la estructura de ese sistema hará que se tambalee. En el caso de Harvey Weinstein fue Ashley Judd la primera que dio el paso para denunciarlo en 2017, siguiéndola 80 mujeres más. En la película se interpreta a sí misma y es significativo que sea ella la que pase a la ficción para contar un caso real. Jodi Kentor y Megan Twoley se entregaron al máximo para poder poner al descubierto al acosador sexual, a sus facilitadores y al sistema. Ellas querían que los abusadores pagaran y honrar a todas las mujeres víctimas:
– Parece que casi está, ¿podremos publicarlo?
– Yo tengo pesadillas con él.
– ¡Qué fuerte, yo también! Me da pavor saber todo esto y tener que llevárnoslo con nosotras a la tumba.
– Al final se publicará. Lo que me preocupa es que dé igual y que él ni se inmute. Y que no se detenga.
– Es como un mar de injusticias. ¿Te imaginas cuántos Harveys puede haber ahí fuera todos los días?
