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Invierno, de Ali Smith

Para empezar: Dios ha muerto. Y el romanticismo había muerto. El estado del bienestar había muerto. Y otras tantas cosas habían muerto. Pero algunas todavía no, como la revolución o la vida. No lo digo yo, lo dice Ali Smith.

Las estaciones también mueren, por eso ya no hay otoño. Por eso ahora es Invierno. Y yo me rindo en reverencia al que escribe Ali Smith en su Cuarteto estacional.

Esta escritora es reflexiva, inteligente y lúcida. Y nos trae situaciones surrealistas que nos llevan a la misma realidad que también lo es. Si en “Otoño” la protagonista, Elisabeth Demand, tuvo que lidiar con la burocracia cuando renovó su pasaporte, en Invierno Sophia Cleves vive un momento parecido con una optometrista.

Sophia se levanta una mañana y observa una cabeza flotante que en un momento llegó a formar parte de un bodegón junto a las manzanas y a los limones. No tengo la respuesta para explicar qué significa esa cabeza que mira a Sophia y le hace reverencias. Quizás es la misma Sophia con sus decisiones o sus miedos delante de ella misma. O quizás es una voz de ella misma que viene a decirle algo después de los días que ha pasado intentando averiguar qué tenía en el ojo. Un día llegó a toda prisa y escribió que se había encontrado una mancha en su campo visual. Concretamente tecleó: punto verde azulado en el ojo. Y claro, ya sabemos que Google nos da todo tipo de respuestas, enumeradas siempre por lo más grave en la primera posición. La decisión de Sophia fue sabia y se fue a un centro óptico para hacerse una prueba. Lo que no sabía es que sería un encuentro bastante peculiar donde la optometrista la compararía con un coche; un viejo Triumph, pero nuevo.

En Invierno llega la Navidad, y gran parte de este libro se va a desarrollar ahí; aunque en distintos tiempos. También nos lleva a un pasado donde no es Navidad, como a un febrero en el que Sophia tiene 14 años y se inventa estar enferma para salir del colegio gracias a la estrategia de Iris, su hermana. Aquí ya la presenta como la problemática pero lista Iris. ¿Quién es Iris? «Iris es pacifista y se manifiesta contra la escalada nuclear. No a la bomba. No al suicidio nuclear. De aquí a la calamidad».

Iris es un personaje ficticio. Sin embargo, Ali Smith nos habla de personajes reales, mujeres, que se manifestaron contra la carrera nuclear. Nos vamos a un sábado de septiembre de 1981. Un grupo de mujeres se ha encadenado en una valla de la base militar. Una de ellas lee en voz alta:

«Hemos emprendido esta acción porque creemos que la carrera del armamento nuclear constituye la mayor amenaza a la que se ha enfrentado la humanidad y nuestro planeta. En Europa no aceptaremos el papel expiatorio que nos ofrecen nuestros aliados de la OTAN. Nos hemos hartado de que nuestros líderes políticos y militares derrochen grandes sumas de dinero y recursos humanos en armas de destrucción masiva mientras nuestro corazón oye los gritos de millones de seres humanos de todo el mundo cuyas necesidades deben ser atendidas. Nos oponemos firmemente a la implantación de misiles teledirigidos en este país».

Realmente emprendieron esa acción y se trató de un grupo de 36 mujeres galesas que viajó desde Cardiff hasta Greenham para protestar ante la decisión de la OTAN de trasladar misiles americanos allí en la base de RAF, en Berkshire.

Las mujeres del campamento pacífico de Greenham common abrazadas a la valla y haciendo historia.

La Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas Nómadas recoge una publicación donde Isabel María Conesa y Antonio Daniel Juan Rubio detallan el inicio y el contexto de esta acción que se desarrolló hasta el año 2000. Voy a reproducir algunas fechas para hacer un breve recorrido. Por un lado, mayo de 1982, cuando se produjo el primer bloqueo de la base con 250 mujeres protestando de forma pacífica. Eran desalojadas y arrestadas y como respuesta en diciembre de ese mismo año 30.000 mujeres se citaron para formar una cadena humana que alcanzó los catorce kilómetros alrededor de la base. También el 1 de abril de 1983, cuando 200 mujeres se vistieron de ositos de peluche para entrar en la base con un picnic de protesta. Ese mismo día mediante una “Campaña por el Desarme Nuclear” el campamento instalado se hizo notar a través de 70.000 manifestantes que formaron una cadena de unos 23 kilómetros. Y en el Día Internacional de la Mujer para la Paz y el Desarme, en mayo de 1983, llegaron a congregarse un millón de mujeres en acciones simultáneas en el mismo país y fuera de él.

Tanto este estudio como la propia Ali Smith al final de su libro destacan a Ann Pettitt como la iniciadora de este movimiento; su declaración:

«Nos organizamos con un envío masivo de cartas. Cada una de nosotras debía hacer 10 fotocopias y enviarlas a 10 conocidas: Cada mujer debía traer una ofrenda que simbolizaba la vida, lo importante que es la vida».

Greenham supuso una verdadera acción feminista, donde las mujeres actuaron como en cada etapa de este movimiento social y político, de forma pacífica, unidas contra el poder y oponiéndose al militarismo que ese poder masculino siempre ha ejercido como uno de los brazos de la dominación sobre la vida, la vida de las mujeres, la del plantea, y en definitiva la vida que habitamos. El activismo feminista contra la carrera armamentística también ha sido expresado por escritoras como Grace Paley en un capítulo de su libro La importancia de no entenderlo todo titulado Declaración de mujeres en sus protestas contra el Pentágono. Dejo enlazado un artículo en el que reflexiono con sus palabras y ese ¿qué queremos las mujeres?

Todavía es invierno y Ali Smith vuelve a un lunes donde han pasado unos días desde que cinco millones de personas (mayoría mujeres) se hayan manifestado contra la misoginia en el poder:

«Un hombre ladra a una mujer.

Es decir, ladra como un perro. Guau, guau.

Está pasando en la Cámara de los Comunes.

La mujer está hablando. Está haciendo una pregunta. El hombre la interrumpe con sus ladridos mientras ella habla […]

Mientras la parlamentaria habla del impacto que semejante plan tendrá en la crisis de los refugiados y en las personas forzosamente exiliadas por la guerra de Siria, y también pregunta seriamente por el concepto de liderazgo tanto aquí como en Estados Unidos, un alto cargo parlamentario del partido gobernante ladra como si fuese un perro».

A esta escritora le preocupan las nefastas políticas de asilo y lo expresa a través de Iris, la hermana de Sophia que llega también por Navidad para recordarle por qué es activista.

«Cuenta a tus amigos de mi parte cómo es aquello, dijo Iris. Háblales de lo mal que lo está pasando la gente. Háblales de que allí no tienen nada. Háblales de las personas que arriesgan sus vidas, de las personas cuya vida es lo único que les queda. Háblales de lo que la tortura le hace a una vida, lo que le hace a una lengua, cómo incapacita a las personas para que no se atrevan a explicar, ni a sí mismas ni mucho menos a los demás, lo que les ha ocurrido. Háblales de lo que es perder a alguien. Háblales sobre todo de los niños pequeños que llegan allí. De cinco, seis, siete años».

Esta fecha reúne a las hermanas y al hijo de Sophia, Art. Este nombre es una abreviatura de Arthur. Art debería haber llegado a esa enorme casa con agujeros en algunas habitaciones con su novia Charlotte, pero Art y Charlotte han discutido. Él tiene un blog sobre naturaleza y le interesan los avistamientos de especies de pájaros. Aunque por encima de todas las cosas lo que a él le importa es su número de followers en Twitter. El problema es que su novia le ha venido a decir que es un fraude. Y puede que sí que lo sea:

«Tú, un escritor de la naturaleza, le había dicho Charlotte. No me hagas reír. No puedes inventarte cualquier tontería sobre pasear por el campo por un canal, publicarlo en las redes y luego llamarte escritor de la naturaleza. No eres más que un mísero chivato. Eso es lo más cerca que llegarás a estar de la naturaleza, te aprovechas de ella chivándote a los demás y a cambio recibes tu mordida. No creas que engañas a nadie, ni a los demás ni a ti mismo: no eres más que un chivato vil y despreciable».

La ruptura entre ambos se materializó porque Charlotte estalló:

«¿Cuándo has mencionado la amenaza que se cierne sobre los recursos naturales del mundo? ¿Las guerras por el agua? ¿El iceberg del tamaño de Gales que va a desprenderse de la Antártida?

¿El qué?, dijo él.

¿El plástico del mar? ¿El plástico en las aves marinas?, dijo ella. ¿El plástico en las tripas de prácticamente todos los peces y todos los animales acuáticos? ¿Queda en el mundo agua sin contaminar? Charlotte había levantado los brazos justo por encima de la cabeza».

En estas páginas hay un interés por la naturaleza y por el cambio climático y también una respuesta al negacionismo que líderes políticos como Trump agitan en sus agendas de mando.

Ali Smith congrega a cuatro personajes donde tres son mujeres, dándoles a ellas todo el peso narrativo. Incluso Charlotte que no va a la cena de Navidad está presente porque Art lleva a una chica que conoce en la parada del autobús y a la que le paga para que se haga pasar por su pareja. Esa chica es Lux, que muestra ser una mujer con aspiraciones, cultura e interés por la literatura y por el mundo. Art es ese ser anodino, voluble, que se deja llevar y que todo lo que hace y lo que escribe se mueve en la superficialidad. Será Lux la que hará ver que Charlotte tenía razón, que le falta autenticidad. Y es que Art reconoce que se inventa su vida porque lo contrario sería publicar en línea algo demasiado real. Lux se situará también como un nexo entre una familia fragmentada.

En la otra parte del cuarteto están las hermanas ya mencionadas y que representan a la conformista y cómplice del sistema y la reivindicativa que quiere salvar el mundo. Discutirán en sus irreconciliables discrepancias, pero en la distancia estarán pendientes la una de la otra mientras dejan patente que no se soportan.

En la primera parte del cuarteto estacional, Otoño, descubrí a la pintora Pauline Boty. Y aquí, en Invierno, el reconocimiento es para Ethel Walker que viene  de la mano de la escultora Barbara Hepworth. A través de lo que a Sophia le hubiera gustado contar sabemos que la señora Hepworth fue retratada por la pintora:

«Una de las artistas que veraneaban allí, una pintora de mediana edad que todos los veranos alquilaba una casa, era inusualmente famosa y bien considerada para ser mujer, pintaba paisajes y retratos tan célebres que prácticamente no hay ninguna colección municipal en Reino Unido que no tenga (o que no tuviera, dado que ahora se han vendido muchas de esas colecciones) alguna obra suya».

Retrato de Barbara Hepworth realizado por la pintora Ethel Walker.

La cultura impregna estas páginas llenas de referencias y algunas más serían los apreciados para la autora Dikens y Shakespeare. Lux es la portadora de esa cultura: una chica errante, sin un hogar y que ha aceptado interpretar el papel de Charlotte para conseguir un dinero. Y una chica apasionada de los libros y de las bibliotecas. Un día tenía que contar “lo más bonito que haya visto”, y su recuerdo se fue a la biblioteca de un colegio de Canadá donde tenían un ejemplar muy antiguo de una obra de Shakespeare. En su interior quedaba para siempre la huella de una flor que había permanecido en sus páginas lo suficiente para dejar ese rastro:

«Es un capullo de rosa.

Bueno. Es la marca que ha dejado en la página lo que antes era el capullo de una rosa, la forma de un capullo con su tallo largo.

Y tan solo es una marca, la marca de una flor sobre palabras. A saber quién la puso allí. A saber cuándo. Parece algo insignificante. Parece como una mancha de agua, como una manchita aceitosa. Hasta que te fijas. Y ahí está la línea y el tallo y la forma del capullo al final.

Esa es mi cosa más bonita».

De esta lectura salimos conociendo sucesos que puede que supiéramos o no: como el destino de la pobre perrita callejera Laika, lanzada al espacio en 1957 por el ejército soviético para no volver o la triste historia de Chaplin que odiaba la Navidad ya que cuando estaba en un orfanato el director le había negado una manzana que sí le dio al resto de niños. Le dijo: «No te doy una manzana, Charlie, porque los chicos se quedan despiertos escuchando tus historias».

Hay historias, profundidad y belleza. La cosa más bonita que tenemos es detenernos en los detalles, pasear por la vida absorbiendo todo aquello que la vida ilumina, rebelarnos contra lo que quiere traer sombras y caminar despacio para no perdernos nada, para no ser meros personajes y farsantes sino para encarnar la autenticidad. Hay cosas que han muerto, pero otras todavía no.

Vivimos en un mundo de prisas, de algoritmos y de rastreo a través de eso que lo controla todo. Pero a veces escapamos de ahí, como Lux, hacemos nuestro camino, desaparecemos de ese control. Y al final ese Internet tan sólo puede encontrar una flor, o lo que queda de ella.

«Es el fantasma de una flor en su tallo, todavía sin abrir; la flor real desapareció hace mucho, pero mirad, sigue ahí, la marca de la vida se extiende sobre las palabras de la página hacia el mundo como un sendero que conduce a la punta encendida de una vela».

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