Mientras ordeno y documento tareas pendientes que no requieren de una entrega intelectual intensa, escucho música, bebo pequeños sorbos de una copa que contiene un vino muy frío que la botella recién abierta ha conservado. Se llama Bach; la botella de vino. La etiqueta dice que es semidulce y yo me lo creo. El paladar lo corrobora. La música que suena es ese himno adolescente y tema representativo del grunge de la banda Nirvana, Smell like teen spirit; pero en esta ocasión, se trata de una hermosa versión cantada por una mujer llamada Patti Smith.
Las notas penetran por mi canal auditivo y se desplazan por mi cuerpo. Siento cómo los acordes, la voz y el ritmo marcado se combinan de tal manera que el resultado logra crear emociones, traer recuerdos sin dejar abandonado el presente, a la vez que surgen las preguntas sobre el futuro. ¿Se puede estar en tres tiempos a la vez? Quién sabe. Todo es cuestión del momento filosófico elegido. Cada razonamiento dará unas respuestas más o menos convincentes y según entendamos la verdad sabremos dónde buscarla. ¿Será suficiente para encontrarla? ¿Qué verdad? ¿Alétheia? Quizás.
Sigo aquí. Escribo. La canción acaba y mi ser adulto se mantiene conectado con mi yo adolescente. Continúo con el tema musical; Kurt Cobain era un aliado feminista y eso me anima a escuchar sus temas. Él decía que no quería a gente misógina, homófoba y racista en sus conciertos. Que no quería que esas personas comprasen sus discos. Admiro esa actitud. Sobre todo en un mundo lleno de apariencias donde hemos tenido la suerte de no ser seres prisioneros de una caverna, con acceso al mundo de las ideas. A veces los principios ganan. Sólo a veces.
En otras ocasiones prevalece lo superficial, lo mecánico; el impulso generado a golpe de titular sin reflexión, sin proceso de maduración, al contrario que el vino.
La escritora J.K. Rowling en apoyo a una mujer despedida de su trabajo dijo en las redes sociales que el sexo es real. Leí recientemente que había aumentado la venta de sus libros; parece ser que gente lectora los ha comprado para darle su apoyo y otro sector para quemarlos en un acto de no sé qué. Recuerdo ese gesto como una de las tácticas del fascismo alemán y por mi cuerpo recorre cierto escalofrío. No es por el vino. Se trata de un impulso físico y real provocado por algo que a priori no se palpa como la sensación sedosa y fresca de esta bebida que me acompaña.
La copa se ha quedado desnuda mientras la botella se ofrece para volverla a vestir. No obstante soy yo la que decide si seguir con los sabores afrutados. Se ha hecho un silencio que sólo se ha visto alterado con el murmullo de mis pensamientos. Vuelvo con Patti Smith y su Because the night, para seguir con este diálogo que ya quedará para mí; y para amar. Ésta es mi historia y aquí yo tengo la coma, el punto y el final.