Si hay una palabra a destacar en todo lo que se dijo y en ese “algo que no es como me dicen” es ésta: dignidad. La dignidad de una mujer que creó un precedente en denunciar a un superior en una alcaldía por acoso sexual y que ganó, la dignidad de Nevenka Fernández. El día de su dimisión declaró: «He pasado muchas noches sin dormir, tratando de encontrar la manera de olvidar lo ocurrido, pero no puedo. A pesar de que esta decisión puede hacer más daño a la gente que quiero; a pesar de saber que tal vez las consecuencias de esta denuncia pública signifiquen más mentiras y más miedo; a pesar de correr el riesgo de equivocarme… tengo 26 años y dignidad».
En estos días se encuentra en los cines la película “Soy Nevenka” dirigida por la cineasta Icíar Bollaín y cuyo guion comparte con Isa Ocampo. El largometraje se nutre de la sentencia y del libro del escritor Juan José Millás Hay algo que no es como me dicen, el caso de Nevenka Fernández contra la realidad. En este artículo hablaré de lo que he visto en pantalla y de lo que escribe Millás en esta novela de no ficción que se adentra en la vida familiar y política de Nevenka Fernández y que de la mano de la víctima reconstruye el relato de lo que ocurrió.
La película comienza con una Nevenka asustada y en pánico que entra en su casa para refugiarse, protegerse de lo que hay afuera y que le corta la respiración. Es lo que le sucede a menudo en presencia de Ismael Álvarez cuya cercanía y su imagen o ya sea a través de un hilo telefónico y su voz se le hacen insoportable. En alguna ocasión intentará salir corriendo, pero la mayor parte del tiempo quedará paralizada.
Nevenka Fernández el día de su dimisión, un 26 de marzo de 2001.
Revictimizar a la víctima. El acoso por la Justicia y los medios.
Es importante aquí atender a una pregunta que le hace el fiscal José Luis García Ancos en el juicio, convertida en un ataque y que requirió de que el propio juez llamara al orden recordándole al fiscal que Nevenka era la víctima y no la acusada. Sus palabras fueron: «¿Por qué usted, que ha pasado este calvario, este sufrimiento, que se le han saltado las lágrimas, por qué usted que no es una empleada de Hipercor que le tocan el trasero y que tiene que aguantar por el pan de sus hijos, por qué usted aguantó?».
Millás recuerda que el juicio no fue suspendido a pesar de ser acosada ahora también por la Justicia, y cuando en la película le preguntan al abogado por qué no hizo algo para detenerlo contestó que esa era una perfecta escenificación de acoso.
Esta revictimización la padecen mujeres víctimas de violencia sexual a las que le reprochan que no se resistieron, que no salieron corriendo y por lo tanto que “consintieron”. Así ocurrió hace años también desde la justicia y desde las palabras del juez Ricardo González que llamó “ambiente de jolgorio” a una violación grupal en el caso de “la manada”.
¿Por qué Nevenka aguantó y no se fue? Este interrogante formuló la periodista Ana Rosa Quintana aquel año en unas declaraciones con imágenes reales recogidas en la película. Decía: «Una chica que es licenciada, que tiene un máster, que es concejala de Hacienda. Una persona que tiene una solvencia cultural. Primero, ¿cómo se deja ser acosada? Y después, ¿cómo tarda tanto tiempo en denunciar?».
Nevenka Fernández respondió y en esa respuesta está su dignidad: «No quería irme porque quedaría la imagen de que había hecho algo malo».
Afortunadamente distintas organizaciones se manifestaron y estas protestas obligaron a la Fiscalía General a abrir diligencias contra el fiscal que fue relevado a los pocos días.
El alcalde le había dicho a Nevenka que se estaba volviendo loca, la llamó histérica y ella pensaba que realmente lo estaba y fue a la consulta de una psiquiatra para un diagnóstico. La doctora Mollá fue la que le habló del acoso sexual y en ese diagnóstico anotó: “Trastorno adaptativo con estado de ansiedad en relación a conflicto en medio laboral”. Elaboró un informe describiendo la situación, le recetó ansiolíticos y recomendó la baja laboral, una baja que le daría un tiempo para recomponerse y pensar qué hacer. Le dijo que no debería volver.
«El primer acto del depredador es paralizar a la víctima para que no se pueda defender».
¿Por qué se quedó? Esta pregunta la hacen cada día a mujeres víctimas de violencia de género: ¿Por qué se queda? ¿Por qué no deja al agresor? Podemos traer aquí la metáfora de la rana que está plácidamente en un entorno templado hasta que poco a poco le suben la temperatura del agua y no puede saltar, o podemos intentar entenderlo con la metáfora de la pecera.
Cuenta Millás que los padres de Nevenka tenían en su casa de Ponferrada un acuario grande de unos 300 litros y que cuando Nevenka era adolescente le gustaba observar a los peces de colores ir de aquí para allá, “con la aparente falta de intención con la que las ideas se movían dentro de su cabeza (la cabeza, según Gómez de la Serna, es la pecera de las ideas)”. Estudiando COU en Madrid y en uno de sus viajes a Ponferrada se dio cuenta de que en el acuario había menos peces y vio algo flotando. Su madre le dijo que había comprado un pez negro y que posiblemente sería el causante de la desaparición de los peces. Entonces Nevenka observó en el fondo de la piscina, pegado, ese “bicho grande y gelatinoso que al abrir y cerrar la boca componía una expresión repugnante de suficiencia y crueldad”. Nevenka pidió a la madre que lo sacara de ahí pero su negativa se justificó en que quizá no era el causante y que había costado muy caro.
Me parece importante, crucial, traer aquí esto para establecer la analogía que el escritor deja en su libro que ayuda a comprender quiénes son los peces negros protegidos y quién es el pez luminoso que poco a poco es apagado y devorado. Y ojalá que todas esas personas que justificaron al agresor culpando a la víctima de quedarse entiendan cómo se va tejiendo una situación de acoso a la vista de un público que asiste sin inmutarse a la destrucción de una persona porque han decidido mirar hacia otro lado. Cómo la posición de autoridad de un hombre en una sociedad patriarcal sustentada en la ideología machista hace que la mujer víctima sea cuestionada y responsable de la violencia emprendida y mantenida contra ella:
Aquí está la respuesta a por qué Nevenka Fernández aguantó, por qué “se dejó acosar”, por qué no hizo nada cuando el alcalde la sujetaba contra la pared, cuando le hacía encerronas para quedarse a solas, cuando reservó en un hotel habitaciones comunicadas en un viaje de trabajo o cuando se las ingenió para ir solo con ella a una boda de compromiso del partido y se aseguró de que en el hotel hubiese sólo una habitación para acabar metiéndose en su cama haciendo que esa noche la rompiera aún más dejando un recuerdo igual de doloroso. Porque como recoge el libro que le regaló su abogado Adolfo Barreda, El acoso moral de Marie France Hirigoyen: «El primer acto del depredador es paralizar a la víctima para que no se pueda defender». Y como escribe Millás:
La película muestra la escena de esa noche que nos lleva al pavor que vivía Nevenka y a las humillaciones en público para desacreditarla como cuando en un pleno le tiró documentos y le dijo que era una incompetente. La directora ha sabido narrar con el lenguaje audiovisual este micrososmos de terror sin caer en un ápice de sensacionalismo como el que buscaban los medios en aquel entonces. Icíar Bollaín ha conseguido situarnos ahí, en cada episodio de este proceso angustioso para acompañar a la víctima y al agresor de una historia que se recoge de manera rigurosa en el libro que aquí se está detallando y que se ha tomado para contribuir en la búsqueda de la verdad.
Asistimos a la connivencia de ese entorno hostil que le da la espalda a Nevenka y que a pesar de ver y oír lo que pasaba decidieron ignorarlo, pero también a la aparición de personas que aportaron luz y la sostuvieron para que no terminara de caer.
Una aliada en la oposición: el encuentro más conmovedor.
En medio de estas aguas turbias aparece alguien que sorprendentemente por cómo se manejan los hilos y las estrategias en política se podría decir que se salía de estas dinámicas pues no usó la información y las circunstancias para sacar beneficio: la líder de la oposición, la portavoz del PSOE Charo Velasco.
Cuando Nevenka le dice a Lucas que va a hablar con Charo Velasco intenta que recule porque piensa que la van a destrozar, pero precisamente en ese encuentro en la pantalla podemos apreciar el clima de solidaridad que ya se describe en el libro.
Cuenta Millás que cuando se supo que Nevenka estaba de baja por depresión Charo Velasco pidió a los miembros de su grupo que no lo usaran para atacar al Partido Popular y cuando salieron los rumores de que Nevenka se drogaba exigió que eso no se utilizara para atacar al partido en el poder.
Pero la ayuda fue a más. Nevenka le pidió reunirse con ella y se lo contó todo. Charlaron durante horas y en ese tiempo se creó un clima de confianza. El escritor también habló con esta política, pediatra en ejercicio:
El alcalde ya se encargó de presionar a la víctima intentando que fuese a firmar documentos estando de baja, también rebajándole el sueldo para ponerla en una situación económica límite y ahora esperaba que la oposición hiciera ese trabajo para cubrir una concejalía tan importante de dedicación exclusiva que estaba totalmente desocupada: «Nunca recibió esa ayuda (el alcalde), por lo que pasado un tiempo, intuyó que había habido un complot. Y lo había habido: lo curioso es que no se forjó tanto para hacerle daño a él como para ayudar a Nevenka. La “conspiración” era el resultado de un movimiento de solidaridad hacia una persona con las defensas rotas, pero también de un deseo de informar sobre la verdad».
Nevenka también encontró un apoyo fundamental en su novio Lucas, que tal como lo cuenta Millás en el libro y después se filma en la película ocupa un lugar importante de sostén que le daba calma, pero se sitúa al lado del propio proceso que estaba atravesando Nevenka. Él supo acerca de algunos detalles de lo que ocurrió en el propio juicio aunque fue testigo de esa llamada donde ella accionó “el manos libres del teléfono” para que él oyera la conversación con Ismael Álvarez. Al colgar Lucas dijo: «Nevenka, ese hombre o te habla como un jefe, te habla como un amo». Tanto en el libro como en la pantalla Lucas es ese chico que parece que está en silencio, pero que es una de sus tablas de salvación y que cuando fue necesario alzó la voz.
Otra persona de la que se podría decir que ayudó a Nevenka fue un periodista muy conocido cuya identidad no ha sido revelada y que como refiere el escritor en un principio quería hacerse cargo del caso para sacar beneficio personal y profesional, circunstancia que cambió cuando conoció a Nevenka y comprobó el estado en el que se encontraba. Será citado en las páginas como el señor Invisible.
«Cuando la verdad no aparece alguien debe ocuparse de ella».
Juan José Millás escribió una columna sobre el caso Nevenka, se sorprendió de no encontrar más análisis sobre el mismo y sobrevolaban esas incógnitas acerca del paradero de Nevenka desde que dimitió hasta que comenzó el juicio; por qué tenía ese nombre o por qué no había concedido ninguna entrevista ni acudido a ningún plató para defenderse. Pensó en que esta mujer había sido víctima de una cultura machista y misógina brutal.
Nevenka fue a la rueda de prensa en la que presentó su dimisión y donde contó los motivos de esa decisión con el pelo recogido, sin maquillar, con pantalones negros y con una rebeca grande, oscura y desgastada como lo estaba ella misma en aquel momento. Cuando salió la sentencia cuenta Millás que una conocida dijo que Nevenka estaba hablando demasiado y que en la rueda de prensa apareció “con una minifalda hasta aquí”. Ya sabemos que Nevenka Fernández no acudió a ningún plató de televisión, no habló con nadie, no sacó dinero con lo que estaba pasando a pesar de quedarse en la ruina y que no llevaba ninguna minifalda el día en el que dio la cara para poner su dignidad ante los hechos.
El escritor llamó al abogado y éste a su vez le dio el contacto del periodista mencionado líneas arriba, el señor Invisible. Fue este señor Invisible quien le diría al periodista Juan José Millás, citando a García Márquez: «Cuando la verdad no aparece alguien debe ocuparse de ella».
Esta crónica de un caso real es la búsqueda de la verdad para demostrar que la realidad estaba en Nevenka, en lo que ella vivió y que los informes médicos y las pruebas aportadas constataron.
Nevenka se encontró muy sola, y realmente pensó que se lo había buscado tal como le repetían porque ella dijo en una ocasión que sí y él tenía fama de mujeriego. Pero la realidad, y la verdad, es que después había dicho «no» y en ese momento empezó el infierno.
«Hay algo que no es como me dicen».
Nada era como le habían dicho. Y estos cambios en la realidad se remontan a su nacimiento y al lugar que ocupará en su familia, siendo esa muchacha que siempre tiene que complacer y demostrar que es merecedora de algo. Aprendió a no molestar, a usar la mano derecha a pesar de ser zurda. En uno de sus informes psicológicos se recogía que era una “comprensiva patológica”.
Nevenka Fernández, exconcejala de Hacienda y comercio junto a Ismael Álvarez, exalcalde de Ponferrada y su acosador.
Nada es como le habían dicho porque primero le ofrecieron un puesto que no precisaba de dedicación exclusiva, después era la número tres en las listas y la concejala de Hacienda y comercio. Iba a tener el apoyo del equipo, y sobre todo, la “protección” del teniente de alcalde, Carlos López Riesco; que le había confesado a Nevenka que consideraba a su padre el suyo propio. Prometió a su familia que cuidaría de ella. Está claro que “el protector” sería uno de esos peces negros del estanque. Todo el equipo le dio la espalda. Su partido le dio la espalda. Y Ana Botella, alguien destacable en el Partido Popular y esposa del entonces Presidente del Gobierno, definió como “impecable” la decisión de dimitir del acosador cuando llegó el momento.
Nada era como le decían puesto que la llamaban loca, histérica y la hacían ver que su realidad estaba distorsionada. Tuvo que ser difícil mantenerse en esa línea donde crees que tú estás al otro lado de la realidad y tuvo que suponer una luz que una profesional pusiese palabras a la realidad, situando esa realidad del lado de la víctima, llamándola acoso sexual y dejando claro que «no hay en la paciente ideas delirantes u obsesivas ni pseudopercepciones».
Nevenka sin #metoo, pero alzando la voz por las que vendrán.
Nevenka Fernández dimitió un 26 de marzo de 2001. Y el movimiento #Metoo comenzó en 2017 en Estados Unidos tras destaparse en dos medios de comunicación acusaciones hacia el productor de cine Harvey Weinstein por acoso sexual, abuso sexual y violaciones. La actriz Alyssa Milano animó a las mujeres que habían sufrido violaciones a que denunciaran en las redes a través de ese “yo también”. Un año después en España fue la periodista Cristina Fallarás quien creó el movimiento “Cuéntalo” tras la denuncia de otra periodista y directora de Diario Público, Virginia Pérez Alonso, por agresión sexual.
Hasta los años setenta no se había puesto nombre al acoso sexual en el trabajo y fue en Estados Unidos de la mano de la periodista Lin Farley, quien acuñó este término ante el caso de una mujer afroamericana y madre soltera, Carmita Wood, que renunció a su trabajo tras la situación reiterada de acoso sexual en el mismo y que reclamó una compensación por desempleo porque tenía que alimentar a cuatro hijos.
Nevenka Fernández tenía claro que no había hecho nada malo, que había cumplido en su trabajo y se tuvo que convencer con las pruebas de que ella tenía razón. Al principio he dicho que ganó. Ganó el juicio, y el Tribunal Supremo ratificó la sentencia que condenó a Ismael Álvarez por acoso sexual teniendo que pagar una multa y una indemnización. Él dimitió, pero siguió viviendo en Ponferrada con sus negocios y con el calor de esa gente que arropó al agresor.
Nevenka no encontró trabajo en España y tuvo que hacer su vida en una ciudad en el norte de Europa. Allí la acompañó Lucas y un tatuaje que se hizo en una de las dos salidas que realizó en las navidades del año 2000 donde seguía tomando medicamentos, pero llevando el control de su vida. El tatuaje fue un Piolín y simbolizaba hacer por primera vez algo que realmente quería; y le gustaba porque Piolín siempre le ganaba al gato. La víctima lejos de su país y el agresor como si nada, sin sentir la más mínima vergüenza.
Ha pasado mucho tiempo, pero es necesario este ejercicio de memoria para dignificar a la víctima y seguir alzando la voz por todas las mujeres víctimas de acoso sexual en el trabajo o víctimas de cualquier tipo de agresión sexual como la perpetrada a Gisèle Pericot, quien decidió hacer público su juicio dejando unas palabras que muchas mujeres hemos repetido dándole las gracias y para seguir hablando de dignidad: “Que la vergüenza cambie de lado”.
Magnífico artículo, Jessica. Magistral análisis cruzado.
Gracias por tu valoración, estimada Azucena.
Un artícolo muy acertado, ofrece reflexiones importantes. Muchas gracias, Jessica
Gracias a ti por leerlo, Silvia.
Brutal artículo. Enhorabuena. Lo he leído sin respirar
Gracias, Alicia. Te mando un abrazo.