La filósofa y activista feminista Laura Lecuona escribió una vez en Facebook un post que daría comienzo a una sección de lo más ilustrativa: “Hay muchos feminismos: Por ejemplo…”. Y por traer esos ejemplos citaré algunos creados por ella y por mí misma:
#HayMuchosFeminismos. Por ejemplo, el que habla de abolir el género pero cree que no maquillarse ni usar tacón es tener expresión de género masculina.
#HayMuchosFeminismos. Por ejemplo, el cisfeminismo.
#HayMuchosfeminismos. Por ejemplo, el feminismo instantáneo. Echas dos cucharadas, revuelves y listo.
#HayMuchosFeminismos. Por ejemplo, el feminismo López Obrador. (Aquí pueden escribir el nombre de otros políticos de vuestro país. En España nos quedamos, por sobrados motivos, con Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Pedro Sánchez… y algunos más, la lista es larga, como las ovaciones a un hombre llamado Maradona considerado un Dios para ellos sin la menor crítica a sus acciones como hombre, terrenal. ¡Ah!, y en su momento Albert Rivera, el líder feminista).
#HayMuchosFeminismos. Por ejemplo, el feminismo Mario Vargas Llosa. (De nuevo inserte aquí a su escritor o periodista feminista favorito. Puede ser Javier Marías, Antonio Maestre…).
#HayMuchosfeminismos. Por ejemplo, el feminismo falocéntrico.
Y los de creación propia siguiendo la inspiración de Lecuona:
#HayMuchosFeminismos. Por ejemplo, el feminismo incluyente que deja fuera a las mujeres.
#HayMuchosFeminismos. Por ejemplo, el feminismo de soy feminista a mi bola.
#HayMuchosFeminismos. Por ejemplo, el feminismo según tu ubicación.
#HayMuchosFeminismos. Por ejemplo, el feminismo de Irene Montero (UP) que inspira a Macarena Olona (VOX).
#HayMuchosFeminismos. Por ejemplo, el feminismo de mantengamos los roles del rosa y del azul.
Y podríamos seguir unas líneas más porque la creatividad no tiene límites cuando el feminismo es tan diverso. No obstante, yo me voy a centrar en uno que le da título a este texto y que acabo de acuñar para este contexto que nos ocupa: el feminismo humanitario.
Hay quienes dicen que el feminismo mejora la vida de la gente, y claro, por eso el feminismo es de todos y de todas; más bien de todos. Por supuesto mejora la vida de la gente. La consecuencia de una sociedad feminista es que mejora la vida de la gente porque ayuda a acabar con una desigualdad estructural, creando relaciones más igualitarias. Pero no es el objetivo del feminismo per se ya que para que ese tipo de sociedad se dé primero se tiene que alcanzar la emancipación de las mujeres como grupo social oprimido en base al sexo.
Es decir, la sociedad patriarcal se construye atendiendo a una jerarquía sexual que se establece justo antes de la aparición del capitalismo. La historiadora Gerda Lerner se encarga de este análisis en su libro La creación del patriarcado. El patriarcado está ahí desde hace mucho y sigue con muy buena salud, por ello Kate Millett se refería a él como un sistema de dominación arraigado y longevo. Si hay patriarcado hay jerarquía sexual y una posición jerárquica significa que los varones como grupo social tienen el control económico, político y cultural. Véase como ejercicio práctico hacer un repaso para determinar cuántas mujeres hay en la Secretaría General de las Naciones Unidas, cuántas mujeres están al frente de los medios de comunicación, cuántas mujeres conforman la cúpula del poder judicial, cuántas mujeres aparecen en la foto del G-20, cuántas mujeres lideran la industria audiovisual y cuántas mujeres ocupan cargos de toma de decisiones en cada una de las esferas de poder. Y aquí no vale decir el nombre de nacidos varones, socializados como tales y que una vez que han filmado una película o creado una empresa accediendo a los cargos directivos se han identificado como mujeres.
Resulta curioso que a menudo citen otro feminismo, el feminismo hegemónico, como si la hegemonía no estuviese en estos ámbitos mencionados y ocupados por hombres. La hegemonía tiene que ver con la supremacía, con la dominación; se suele aplicar en el contexto de geopolítica para analizar la posición de poder entre Estados. Si nos vamos al filósofo Antonio Gramsci y al término por él acuñado podemos hablar de hegemonía como la ideología dominante, como algo cultural que se encuentra en las posiciones dominantes de la sociedad con capacidad para influir y condicionar a sus miembros. Resulta un poco ridículo usar el concepto para hablar de un tipo de feminismo donde al parecer unas pocas detentan una posición de dominación haciendo uso de un feminismo poderoso; como ese feminismo que sectores de la derecha ven para decir que el feminismo es un lobby y que las feministas no sólo lo tenemos todo sino que vamos a quitarle más al resto. Si hubiese hegemonía en el feminismo ya no tendríamos las cadenas porque el feminismo como movimiento social y político tiene como objetivo sine qua non la liberación de todas las mujeres; y sobre todo, con esa capacidad influyente en la sociedad dejarían de acosarnos, de violarnos y de matarnos.
No existe por tanto un feminismo que vele por el bienestar de unas mujeres dejando sin libertades mínimas y elementales a una gran mayoría ya que eso no sería feminismo. Es también significativo que quienes mantienen esta creencia de un feminismo hegemónico, “blanco”, “burgués” crean en otros mitos como el de la libre elección para mantener que la prostitución es un trabajo o que el género es una identidad. El feminismo, señoras y señores, debe ir a la raíz y esa raíz es el patriarcado; ahí se gesta la desigualdad y de ahí emana la hegemonía (varones) y la subordinación (mujeres). Distinto es el escenario al que estamos asistiendo con un caballo de Troya metido en el feminismo y que muchas enfrentamos para agarrarnos a la teoría crítica. En este artículo la filósofa Luisa Posada reflexiona sobre el «feminismo hegemónico».
Siguiendo con el feminismo que nos ocupa, es habitual adjudicarle al feminismo todas las causas. El feminismo tiene que incluir a cualquier colectivo discriminado, digamos que se trata de una gran ONG. Aquí da igual si llega un varón, si hay que usar el masculino, la “e” o dejar de hablar de nuestra menstruación y de nuestras capacidades reproductivas para que alguien se sienta representado ya que la base está en los sentimientos individuales de cada persona individual que debe encontrar su sitio en el feminismo. El gran problema es que las mujeres, como decía Celia Amorós, somos las idénticas mientras que los hombres son individuos. Un hombre puede ser discriminado porque no cumple con todos los preceptos que le impone el patriarcado pero jamás será oprimido por el mismo sistema que de facto le sitúa en una posición hegemónica por el sexo. En cambio, las mujeres somos oprimidas, somos alteridad y nos encontramos en una posición de subordinación; ellos son la medida de todas las cosas, ellos se toman de referencia para hablar de lo humano mientras que nosotras aún no hemos entrado en esa categoría. Se trata de grupos sociales, de estructuras y de cómo la organización de esos grupos dentro de las estructuras configura el mundo que habitamos.
Si van a hablar de feminismo vengan con la lección aprendida para no caer en falacias; y sobre todo para no hacer el ridículo en la exposición del argumentario. En este punto me gustaría traer un ejemplo que usó la profesora en sociología Gail Dines en una conferencia bajo el título Neoliberalismo y el desarme del feminismo. Venía a decir que aseverar que “el feminismo es algo individual de cada feminista” es como decir “el movimiento obrero es algo individual para cada obrero” o “el movimiento por los derechos civiles es individual para cada persona negra”. ¿Ven el nivel de estupidez en este símil establecido a modo de ejemplo? Si el feminismo, el movimiento obrero y el movimiento por los derechos civiles fuese algo individual no hubiésemos andado la mitad del camino porque la esencia de todos ellos es que tienen un sujeto político y que se conforman como movimientos colectivos, es decir, para la liberación de un grupo. ¿Por qué está claro que un empresario adinerado no es el sujeto político del movimiento obrero, que una persona blanca no lo es de ese movimiento antirracista y sin embargo el movimiento de emancipación de las mujeres debe ser una tote bag con una frase molona?
Dejen de adjudicarle al feminismo causas que no son suyas y dejen de ensanchar la agenda del feminismo para que deje fuera a las mujeres.
No hay muchos feminismos, hay un solo feminismo y diferentes formas de hacer la lucha feminista. Todas son bienvenidas siempre y cuando se tenga claro el sujeto político del movimiento, su agenda y las líneas rojas. No vamos a dar pasos atrás ni a retroceder en nuestras vindicaciones porque el recorrido ha sido largo, hemos conseguido mucho y lo vamos a preservar con la fuerza y la determinación que caracterizan al feminismo y que nos hacen ser feministas rebeldes, que le mantienen la mirada al opresor y les dice, en palabras de Amelia Valcárcel: “Mírame a los ojos y respóndeme desde la democracia, ¿qué tienes tú que no tenga yo? ¿quién eres tú que no lo sea también yo? La rebeldía nunca es espontánea. La rebeldía nace sobre un escalón de indignación que se ha creado ante una percepción de la injusticia que sólo el sentido del tiempo hace posible”.
Magnífico
Gracias, Lola.