“¿Quién quiere cuatro huevos por 20 rupias?, venga, mira qué gordos; solo 20 rupias. Quiero comprar un cuaderno, necesito comprar un cuaderno para ir a la escuela”.
Baktay es una niña de seis años que vive en una cueva situada en un poblado de Afganistán junto a otras familias; allí es provocada por Abbas, un niño que repite de manera recalcitrante un abecedario con el que no avanza mientras la reta a leer en un cuaderno ilustrado con todo lo que aprende en clase.
Baktay se encuentra con las primeras dificultades para responder al desafío: no sabe leer y no tiene las herramientas necesarias para acceder a la educación y disfrutar de aquello tan esencial de lo que sí disponen los niños de esa aldea y algunas niñas que consiguen ir a clase; Baktay quiere entrar en un universo que a ella se le presenta excitante, revelador, necesario, “escuchar historias divertidas”, estudiarlas y escribirlas. Pero Baktay es niña; una niña pobre con la tarea asignada de cuidar a su hermano pequeño.
No obstante Baktay decide intentarlo; el empoderamiento que la invade la empuja a enfrentarse con las garras de un sistema que la invisibiliza y en el que no tiene un asiento sobre el que empezar a pensar y así construir su mundo.
A pesar de esta decisión vivificante el camino para llegar a su meta se volverá frustrante y tortuoso. En él aparecen unos niños que juegan a la guerra, ejerciendo el rol de talibanes donde empuñan ramas secas con las que simulan armas. Por el cielo sobrevuelan los ataques de un enemigo que va cambiando y cuando uno de ellos es derribado, una nueva cometa cae al suelo.
Los niños detienen a Baktay y le arrebatan su único y apreciado tesoro, el cuaderno. Le dejan claro que las niñas no van a la escuela y como consecuencia de su atrevimiento deciden lapidarla; el juego continúa pero en este caso las piedras son de verdad, el agujero que han abierto para ella en la tierra es auténtico y las miradas de estos chicos refleja la violencia que sus progenitores albergaron de manera real; una violencia que avergüenza a las propias estatuas de Buda. La niña implora su liberación y les deja claro lo que siente: “a mí no me gusta jugar a la guerra”.
Ella vive la negativa para ser aceptada en la escuela y el constante acoso de los niños que quieren acabar con su vida. Abbas le da un consejo para librarla de su castigo: “Baktay muérete, si no te mueres, no serás libre”; tiene que dejarse caer abatida por las ramas secas que la apuntan con odio, venganza e incomprensión.
Baktay es una niña de 6 años ficticia pero podría ser una niña de 6 años de cualquier parte del mundo, sumida en la pobreza, sin derecho a la educación; cualquier niña de 6 años que se convierte en desplazada o refugiada tras vivir una guerra que no entiende; cualquier niña de 6 años a la que mutilan y cosen sus genitales; cualquier niña de 6 años a la que empiezan a preparar para casarse; cualquier niña de 6 años impregnada de una cultura que le repite que tiene que ser una bella princesa, obediente y dócil; olvidándose de creer en ella misma para crear y conseguir todo aquello que se proponga.
Naciones Unidas ha establecido el empoderamiento de las niñas y mujeres como una condición previa para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos en una agenda a cumplir hasta el 2030.
En el párrafo 13 de la Declaración de Pekín de 1992 se puede leer: “La potenciación del papel de la mujer y la plena participación de la mujer en condiciones de igualdad en todas las esferas de la sociedad, incluidos la participación en los procesos de adopción de decisiones y el acceso al poder, son fundamentales para el logro de la igualdad, el desarrollo y la paz”.
Para alcanzar las diversas metas debemos iniciar un proceso que nos lleve a la posición que debemos ocupar por derecho. En este procedimiento se hace imprescindible la convivencia de varios factores: para entrar en ese espacio de poder y de adopción de decisiones es indispensable la toma de conciencia individual; a su vez es esencial contar con las herramientas para adquirir conocimientos; y por último la posibilidad de poner en marcha las capacidades que acabamos de asumir.
Baktay estaba sola, no contaba con el respaldo necesario para poder estudiar y así llegar a ser completamente libre; cuando Abbas le pregunta si ha aprendido alguna historia interesante, ella le contesta con la clave que acaba de desvelarse: “No he encontrado a nadie que quisiera enseñarme, así que he aprendido yo sola y ya está”.
La Asamblea de Beijing apuesta por el empoderamiento de las niñas y las mujeres para conseguir la Igualdad de género, el reto número 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero para alcanzar este objetivo se tiene que cumplir el número 4, Educación de calidad, por el que ahora estamos aquí reflexionando sobre estas líneas.
ONU Mujeres nos recordó en 2015 que la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing constituida en 1995 sigue siendo una fuente de inspiración para trabajar y hacer tangible una realidad que muestre “un mundo en el que todas las mujeres y las niñas puedan ejercer sus libertades y opciones, y hacer realidad todos sus derechos, como el de vivir sin violencia, asistir a la escuela, participar en las decisiones y tener igual remuneración por igual trabajo”.
La Agenda 2030 se centra en la finalización universal de la enseñanza primaria y secundaria pero los datos que se extraen del Informe GEM (2016) apuntan a que estamos en un largo camino ya que la terminación de los estudios primarios es del 51% en países de ingresos bajos, del 84% en los de ingresos medios bajos y del 92% en los países de ingresos medios altos.
A estos datos debemos añadir otra dificultad más, la paridad de género. Según el último Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo de la UNESCO, en la enseñanza primaria la paridad de género referente a la finalización de este nivel, se ha logrado en Asia Oriental y Sudoriental y en Asia Meridional. No es el caso de África Subsahariana donde el número de niñas que terminan la enseñanza primaria es menor al de los niños. En cuanto a la enseñanza secundaria, en Asia Meridional y África Subsahariana la disparidad es más amplia.
Si además de tener en cuenta el país, focalizamos nuestra atención en las zonas rurales veremos que por ejemplo en Nigeria, Pakistán y Yemen, solo el 25% de las niñas finalizan el primer ciclo de secundaria, frente al 50% de los niños en las mismas zonas. No solo el lugar en el que nacen las niñas determina sus posibilidades de desarrollo; también lo hace la implicación de esos países, junto a otros, en los conflictos. Como podemos observar en el mismo informe de la UNESCO, los conflictos acentúan la desigualdad de género: “las niñas refugiadas tienen menos posibilidades de finalizar la enseñanza primaria y cursar estudios de secundaria. Los desplazamientos debilitan los entornos de protección de los niños, y las familias pueden recurrir a mecanismos que desfavorecen a las niñas, como el trabajo infantil doméstico o el matrimonio infantil”.
Determinadas prácticas en perjuicio de las niñas se manifiestan en los índices de analfabetismo que sigue siendo más pronunciado entre mujeres. Según la UNESCO, dos tercios del total de la población analfabeta del mundo son mujeres. Tal como nos muestran los datos que se aprecian en el Atlas elaborado por el Instituto de Estadísticas de este organismo de la ONU, a uno de cada ocho niños y niñas de entre 6 y 15 años se le niega la educación básica, siendo las niñas las primeras en ser excluidas; los datos con fecha de 2015 indican que más de 63 millones de niñas están fuera de la escuela.
Probablemente Baktay pertenecería a esa cifra de niñas que no cuentan con útiles como un cuaderno, un lápiz y una goma de borrar, buscando sus propios recursos como vender cuatro huevos; niñas que quizá tienen que quedarse en casa ejerciendo labores de cuidado y niñas que se reflejan en madres que también asumen un rol diferencial para ellas.
Este artículo ha sido inspirado en el magnífico largometraje Buda explotó por vergüenza dirigido por la joven directora Hana Makhmalbah. Se trata de una película conmovedora, sencilla e intensa a la vez. La cinta está repleta de contenido y cada imagen conforma la historia de una realidad que te atrapa de la mano de la niña protagonista, Nikbakht Noruz.
El mensaje es claro y contundente, la guerra no es un juego de niños y la violencia vivida anteriormente cala de manera penetrante en esos niños. Las consecuencias son dramáticas, sobre todo para las niñas y las mujeres, que tienen que lidiar con un entorno que no las deja ser libres.
La educación, como la poesía, es un arma cargada de futuro…y de presente, si sabemos desarrollar con ella el pensamiento crítico y la conciencia sobre nuestro ser mujeres. Gracias Jessica, tu fundamentada reflexión sigue siendo desgraciadamente necesaria.
Gracias Marina por tu aportación, por estas palabras llenas de verdad. Precisamente es ese poder que tiene la educación y lo que las mujeres podemos hacer con ella en nuestra conciencia crítica, lo que hace que aún sea un reto por el que tengamos que trabajar. Esta frase de Malala Yousafzai es muy significativa: «La educación es un poder para las mujeres, y eso es por lo que los terroristas le tienen miedo a la educación. Ellos no quieren que una mujer se eduque porque entonces esa mujer será más poderosa».
¡Un abrazo!
Gracias Jessica, esa película me pareció conmovedora, aún mas teniendo en cuenta que Hana Makhmalbaf tenía 18 años cuando la filmó, estaba muy cercana a la niñez que supo reflejar tan magistralmente. Su madre escribió el guión, su padre y su hermana mayor cineastas de gran prestigio, se apresuraron a declarar que no habían intervenido en la película mas allá de pequeñas ayudas que acostumbran a prestarse entre ellos.
La lección que la jovencísima Hana dio a la comunidad internacional a través de su película, se puede leer en varias claves: una crítica contundente hacia el régimen talibán, la denuncia sobre los referentes violentos que los niños están recibiendo en un país en guerra y por supuesto desde el punto de vista cinematográfico, la película tiene unos encuadres y planos preciosos, ejerce denuncia constante sin caer en el victimismo ni escenas truculentas.
Muy buena recomendación y buen artículo para estas fechas de Marzo en las que seguimos denunciando la desigualdad y reivindicando el buen trato.
Nos vemos en la concentración del día 8 a las 0h??
Gracias a ti Consuelo por esta magnífica aportación, por este análisis que completa el artículo. Sin duda la película ofrece tanto que es merecedora de un nuevo texto examinando cada una de las claves que has adelantado. Nos vemos en un rato para la manifestación. Seguimos en pie de lucha. Un abrazo.
Sólo con la educación puede uno tomar conciencia de uno mismo como ser independiente y libre, así, como bien dices la lucha feminista debe empezar por empezar el empoderamiento de las niñas a través de la educación. Una vez más, genial trabajo Jéssica, ah y por supuesto me apunto esta película para verla.
Gracias Nacho por tus palabras; tenemos mucho trabajo por delante y más fuerza para conseguirlo.
La película es muy recomendable; cuando la veas podemos comentarla.