Silvia Federici concedió la semana pasada una entrevista a Diario Público en su paso por España con motivo de su participación en unas jornadas sobre eso que llaman “trabajo sexual”. La periodista hace esta introducción:
“Una de sus obras más importantes es El Calibrán y la bruja en la que ofrece una profunda exploración sobre la estrecha relación entre la acumulación originaria y la opresión y explotación de las mujeres. A lo largo de su carrera, también ha abordado temas como la globalización, la militarización o las luchas por la tierra, siempre con un enfoque que sitúa a los sectores más vulnerables de la sociedad en el centro del debate político.
Además de su trabajo académico, Federici ha sido una incansable activista y ha participado en movimientos sociales de todo el mundo. En los años 70, cofundó la Campaña por el salario para el trabajo doméstico con el objetivo de poner de relieve la importancia del trabajo reproductivo no remunerado en la economía de mercado”.
A continuación iré comentando sus declaraciones con la intención de confrontarlas desde un enfoque feminista, ese punto desde el que no se puede entender la prostitución como un trabajo sino como una institución del patriarcado donde se perpetúa la opresión a través de la explotación sexual de las mujeres utilizando el perverso discurso de la libre elección y el consentimiento.
«La mujer ha sido también excluida de los trabajos asalariados que pudieran darles más ganancias. Sin hacer este análisis no se puede entender la preponderancia de la prostitución porque es ahí, a partir del primer periodo de la sociedad capitalista, donde se observa una gran masificación del trabajo sexual. Hay una continuidad histórica: el trabajo sexual, como todos los trabajos de explotación, nace de las dificultades materiales que las mujeres se encuentran».
Primer error y primera contradicción. Afirma que la prostitución nace de las dificultades materiales que encuentran las mujeres, es decir, ninguna mujer acaba en la prostitución por elección ya que no hay libertad cuando hay una necesidad económica y de supervivencia. Asegura que hay explotación pero lo equipara a un trabajo. En cualquier trabajo se pueden dar condiciones precarias, abuso de poder y explotación a tal nivel que se vulneran los derechos laborales conseguidos a lo largo de la historia, pero para ello contamos con leyes a nuestra disposición para reclamar tales atropellos.
En la prostitución lo que se está produciendo es una anulación de las mujeres como sujeto, convirtiéndolas en agujeros, en mercancía que van cambiando de lugar y de precio al servicio de hombres que deciden lo que hacer con ellas. Silvia Federici defendía la importancia del trabajo doméstico y por muy precarizado y poco valorado que esté sí es un trabajo que implica un bien a la comunidad. Quizás deberíamos trabajar en dignificarlo, otorgarle la importancia que tiene para el conjunto de la sociedad.
La filósofa Ana de Miguel decía en una entrevista que hay necesidades humanas para las que hay que hacer instituciones como limpiar, cuidar y educar porque es necesario mantener los baños limpios y es necesario cuidar a niños, niñas y personas mayores y dependientes. En este sentido la filósofa cree en una educación y una sanidad pública y se pregunta a qué necesidad humana responde que haya burdeles públicos. La prostitución es una institución del patriarcado que garantiza a los hombres el derecho de acceder a los cuerpos de las mujeres por un precio que se negocia y varía mientras que otros se lucran de ello constituyendo una industria ilícita, que crece de manera exponencial en beneficios y que es un negocio criminal.
Federici apunta al periodo capitalista como punto de masificación del “trabajo sexual”. ¿No le da esto una pista de las dimensiones de esta práctica legitimada por los Estados en su condición de Estados proxenetas dada su mirada estrábica y su permisibilidad? Carole Pateman en su libro El contrato sexual escribe: «La prostitución es parte integral del capitalismo patriarcal. Las esposas ya no se exponen en subasta pública, pero los varones pueden comprar acceso sexual al cuerpo de una mujer en el mercado capitalista».
Llega la pregunta referente a la proposición de ley que el PSOE llevó hace poco al Congreso y que fue tumbada tanto por la derecha como por sus socios de Gobierno. Federici responde que es contraria a esta reforma porque criminaliza formas de trabajo y declara:
“Creo que la norma criminaliza prácticas y formas de trabajo, que, como decía antes, son una respuesta de las mujeres a una sociedad que no las dota de los recursos necesarios para vivir. Me parece una nueva forma de violencia contra las mujeres. Se dice que el trabajo sexual es violento cuando en realidad la violencia llega de las instituciones que lo criminalizan».
La reforma que quería llevar el PSOE en el Código Penal pretendía perseguir el proxenetismo con algo clave como castigar la tercería locativa. En la exposición de motivos de esta Proposición de Ley Orgánica se recoge que “las personas que recurren a mujeres en situación de prostitución participan directamente del entramado que sostiene esta grave vulneración de derechos humanos”. Y así considera preciso equiparar a la persona prostituida a la víctima. Es decir, sin ser una ley abolicionista supone un pequeño paso para cumplir tratados internacionales y caminar hacia la abolición del sistema prostitucional haciéndose cargo de los ejes que ya marca la Ley Orgánica Abolicionista del Sistema Prostitucional guardada en un cajón del Ministerio de Igualdad (LOASP) tras ser presentada por la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución en diciembre de 2020 y que se resume en tres ejes: proteger a las mujeres prostituidas, desactivar la demanda y perseguir el proxenetismo.
En el Preámbulo del Convenio para la Represión de la Trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena aprobado por las Naciones Unidas en 1949 se deja claro que «la prostitución y el mal que la acompaña, la trata de personas para fines de prostitución, son incompatibles con la dignidad y el valor de la persona humana y ponen en peligro el bienestar del individuo, de la familia y de la comunidad».
La señora Federici no considera violenta la prostitución sino las instituciones que la criminalizan. Precisamente la prostitución como institución patriarcal es violencia per se porque como ya he expuesto no hay nada más violento que deshumanizar a una mujer, negándole el ser persona, para ponerla a disposición del conjunto de varones.
Siguiendo la línea de la cantinela de “un trabajo como otro cualquiera” Federici pone al mismo nivel que una persona trabaje con una fregona a que esa persona sea la fregona usada por todos.
“Vivimos en una sociedad de mercado y cualquier persona que trabaja por un salario comercializa parte de su capacidad: se comercializa la mente, las emociones, la imaginación artística… ¿Es menos degradante vender tu mente?”.
A este respecto sólo diré que me parece curioso que quienes utilizan este argumento de vender tu capacidad intelectual como si fuese lo mismo que vender tu cuerpo no están en una rotonda semidesnudas sino escribiendo artículos, dando entrevistas y posteando mensajes en las redes sociales defendiendo la prostitución para otras, nunca para ellas ni para sus hijas o sus hermanas.
Ahora llega otra cuestión que intersecciona con el sexo y la clase social: la raza. Son mujeres, mujeres pobres y mujeres migrantes, que encuentran la libertan en ser penetradas por hombres. ¿Para qué vamos a exigir sus derechos humanos si podemos mirar hacia otro lado con un discurso tan alejado de la realidad y que da tanta vergüenza?
“Son las migrantes las que se enfrentan a la forma de ejercer más complicada, sobre todo en las calles. Allí sufren el racismo de los varones, de las autoridades, de la Policía. Muchas de ellas son mujeres sin papeles que no tienen alternativas y que, como se han podido verificar en varios países, empiezan con el trabajo doméstico. Emigran y trabajan en casas de otros, donde reciben racismo, opresión e, incluso, violencia sexual por un dinero mínimo. Entonces, deciden empezar a ejercer la prostitución para evitar la violencia por la violencia y ganar más”.
Las mujeres salen de sus países, pero lo que se produce es un fenómeno llamado “expulsión” que aborda la socióloga Rosa Cobo en su libro La prostitución en el corazón del capitalismo:
No se trata de “yo hago lo que quiero con mi cuerpo”, estableciendo una disociación para mantener que se puede estar ahí desapareciendo al mismo tiempo, para luego volver como si nada ya que somos nuestro cuerpo y en ningún trabajo nadie usa ni traspasa nuestro cuerpo como si fuese algo desechable provocando graves problemas para la salud de las mujeres. Sheila Jeffreys en su libro La industria de la vagina lo expone de manera clara y desgarradora:
Como no podía faltar en esta conversación toca traer a la ultraderecha para culpar a las feministas que pretenden preservar la dignidad humana de las mujeres haciéndolas responsables del auge de estos partidos que ya se ha materializado en el resultado electoral del pasado domingo para la conformación del Parlamento Europeo.
Antes que nada le recomendaría a Silvia Federici que se informase acerca de la trayectoria del movimiento feminista y su posicionamiento en cuanto a la prostitución, los orígenes del abolicionismo con Josephine Butler. Cuenta Malka Marcovich que la lucha abolicionista liderada por Josephine Butler en el siglo XIX sirvió de inspiración para la Convención para la represión de la trata y de la explotación de la prostitución ajena adoptada el 2 de diciembre de 1949 por las Naciones Unidas.
Tanto los conservadores como los progresistas a lo largo de la historia se han dado la mano para permitir la prostitución como un mal menor, como un “mecanismo de desagüe” donde las mujeres eran reducidas a instrumentos del placer sexual masculino o como la libre elección de las mujeres en un sistema neoliberal agresivo que por su naturaleza hace que esa libertad sea un mito.
Federici se une al conjunto de hombres y mujeres que mientras no mueven un dedo por los derechos de las mujeres en ninguna parte del mundo suelen decir “lo que las feministas tenéis que hacer es…”.
“El movimiento feminista debería dejar de perseguir a las mujeres que ejercen el trabajo sexual y centrarse en generar un movimiento que diga claramente ‘no’ a la guerra. No hay nada más violento que una guerra”.
Esta señora debería utilizar mejor los términos y colocar el verbo correcto al sujeto apropiado. Primero, las mujeres no ejercen el trabajo sexual sino que son prostituidas por hombres que son quienes ejercen dominio sexual y violencia. Segundo, las feministas no perseguimos a las mujeres prostituidas porque como abolicionistas y tal como ya he referido a través de la cita de la LOASP se persigue el proxenetismo y la demanda de prostitución. Tercero, el movimiento feminista ya ha generado un movimiento que dice no a la guerra, empezando por la guerra contra las mujeres en cada parte del mundo. Y no hay nada más violento que una guerra que usa el cuerpo de las mujeres como campo de batalla. Y aquí la prostitución es una de las guerras más cruentas que viven las mujeres mientras otras se dedican a llamarlo “trabajo sexual”.
Yo le preguntaría a Silvia Federici a dónde va. ¿Hacia dónde se dirige ella y todas las cómplices del sistema prostitucional cuyo discurso sólo halaga y beneficia a sujetos prostituyentes y a proxenetas? ¿Qué tipo de sociedad están construyendo al defender que los hombres tenga el derecho de comprar y usar los cuerpos y por la tanto la vida de las mujeres? ¿Cómo van a acabar con la miseria, la explotación y la guerra contra las mujeres legitimando la guerra que las expropia de sus propias vidas llevándolas a la servidumbre sexual?
Ya que ellas trabajan con el intelecto ojalá reflexionasen y se adentraran en esta estructura sórdida y criminal analizando sus entrañas y escuchando a las supervivientes.