Flora Tristán escribió en 1840 un capítulo llamado Mujeres Públicas en su libro Paseos en Londres. En su crítica a la ciudad se detuvo a observar la realidad de las mujeres prostituidas. Su posicionamiento respecto a esta contemporánea forma de esclavitud queda claro en la descripción que hace, en las emociones que le produce aquello que ve y que deja por escrito para su denuncia:
«La prostitución es la más horrorosa de las plagas que produce la desigual repartición de los bienes de este mundo. Esta infamia marchita la especie humana y atenta contra la organización social más que el crimen. Los prejuicios, la miseria y la esclavitud combinan sus funestos efectos para producir esta sublevante degradación […] Si vos no la expusieseis a todos los abusos de la fuerza, por el despotismo del poder paterno y la indisolubilidad del matrimonio, ella no estaría jamás colocada en la alternativa de sufrir la opresión y la infamia».
Esta forma de nombrar a las mujeres prostituidas como “mujeres públicas” se mantiene en nuestros días recogido por el diccionario de la Real Academia de la Lengua que en una de las acepciones de mujer se refiere así, “mujer pública”, a la prostituta.
¿Dónde estaban las mujeres públicas en aquel Londres?
«Las mujeres públicas de Londres son tan numerosas que a todas horas se las ve por todas partes».
¿Y ellos, esos señores ingleses?
«Hacia la media noche los asiduos comienzan a llegar. Varias de estas tabernas son lugares de citas de la alta sociedad, donde la élite de la aristocracia se congrega. Al principio los jóvenes lords se tienden sobre los bancos en forma de sofás, fuman y bromean con las mujeres después; tras de varias libaciones, los vapores del champaña, el alcohol de madera exaltan su cerebro, y los ilustres mozos de la nobleza inglesa, los muy honorables del parlamento se quitan el vestido, desatan la corbata, se sacan el chaleco y los tirantes. Estos establecen su «camarín particular» en un cabaret público. La orgía va siempre creciendo. Entre las cuatro y cinco horas de la mañana ella llega a su apogeo».
¿Cómo es la vida de las mujeres públicas y a quién le importa?
«En esta ciudad de desenfreno, la vida de las mujeres públicas de toda clase es de corta duración. Lo quiera o no, la prostituta está obligada a beber alcohol. ¡Qué temperamento podría resistir los continuos excesos! Así tres o cuatro años es el período de existencia de la mitad de las prostitutas de Londres. Las hay que resisten siete u ocho años, pero es el término extremo que muy pocas alcanzan y que solamente muy raras excepciones superan. Muchas mueren de malas enfermedades o de fluxiones al pecho en los hospitales y cuando no pueden ser admitidas sucumben a sus males en horribles viviendas, experimentando la privación de alimentos, de remedio, de cuidado en fin de todas las cosas. El perro al morir encuentra la mirada de su amo, en tanto que la prostituta muere en la esquina de cualquier calle, sin que nadie se detenga a mirarla con piedad».
La prostitución es una de las formas más brutales de violencia contra las mujeres y los hombres encuentran a las mujeres prostituidas en lugares donde ellos van a buscarlas. El perfil de estos hombres es muy variado y cualquier varón que nos crucemos por la calle puede tener ese día como destino un prostíbulo, una rotonda o una fiesta privada donde se habla de sexo y de libertad.
Cuando mencionamos esto de la realidad material de las mujeres estamos conceptualizado qué es ser mujer. ¿Responde a un sentimiento, a una vivencia íntima que proviene de una experiencia también íntima y subjetiva? La pregunta sería, ¿qué es ser mujer? Y un poco más allá, ¿qué es ser mujer en el patriarcado?
Ser mujer en una sociedad que es patriarcal significa enfrentar violencia cada día, de manera más sutil o más directa, de tal forma que aparezca normalizada, incluso cuando la violencia extrema con la que los hombres acaban con la vida de las mujeres también quede instalada como algo que ocurre sin más, y así la información se repite sin el más mínimo atisbo de reacción para pararlo siendo esa reacción usada para frenar los avances como mitad de la humanidad oprimida. Ser mujer significa que lo que les pase a las mujeres es secundario porque serán tratadas como un colectivo, situando al verdadero colectivo dominado por una sola letra por encima de los derechos de la mitad de la población. Esto se traduce en que un gobierno que se dice progresista y feminista dedica más tiempo en trabajar por un texto al que llaman “ley trans” y nada de tiempo a acabar con el sistema prostitucional.
Uno de los problemas de esa ferviente defensa y obstinación por lo primero nos conduce a diluir el concepto mujer y con el fin de esta necesaria categoría lo segundo referido anteriormente dejará de tener importancia ya que ante cualquier forma de explotación ésta quedará difusa si no está claro quiénes son los explotadores y las explotadas, quiénes son los victimarios y las víctimas, quiénes son las mujeres públicas, quiénes los varones que usan a esas mujeres públicas comprando su consentimiento y haciendo uso de su deseo patriarcal de acceder a sus cuerpos, situando absolutamente a todas las mujeres ahí.
Como cada año el 25 de noviembre se conmemora el Día para la erradicación de todas las formas de violencia contra las mujeres. Y la prostitución es una de ellas a la que hay que prestarle atención ya que a menudo se cuela un discurso desde los derechos humanos y desde un supuesto sector del feminismo que promueve una cosa llamada trabajo sexual y que las feministas entendemos como ese animal mitológico que le da la mano a las nuevas masculinidades, al hombre feminista que es Roy Galán, o al parir para otros por amor. Pongámonos serias pues el feminismo es serio, como el hecho de que seamos oprimidas en base al sexo siendo el género usado como el mecanismo que nos va a situar en perpetua subordinación.
El Ministerio de Igualdad ha sacado una campaña donde parece que se da cuenta de dónde está el problema recreando situaciones reales como en la que aparece un tipo con millones de seguidores que se enorgullece de que su colega beba zumos para estar fresco y así pillar a tías borrachas y agredirlas sexualmente, o donde un presentador le hace una pregunta a una actriz sobre su ropa interior, algo que no se daría aplicando la regla de la inversión; y como el fútbol une en la fratría no podía faltar la inspiración en unas gradas donde los aficionados le decían a su jugador estrella, un violador, que lo hizo bien porque ella se lo merecía por ser una “puta”.
A veces estas campañas desconciertan si se analizan en conjunto con otras como la de romper los estereotipos con el lema «soy auténtica, soy real» introduciendo al propio estereotipo o esa de “Mari, qué guapa” reduciendo algo tan potente como el empoderamiento a estar en un salón de belleza reforzando la estereotipia de ser mujer.
La cuestión es que aumentan las agresiones sexuales, que una nueva ley vertebrada en un peligroso consentimiento se olvidó de alguna cláusula y ahora las horquillas de las penas se reducen con las consecuencias de que agresores sexuales condenados salgan antes de prisión; y esto se podría decir que era un fallo previsto en la ley porque alguna gente que integra este partido de Podemos ya ha manifestado su oposición al punitivismo. Al parecer todo está en la educación. Pero yo me pregunto qué piensan de la pornografía estas personas antipunitivistas que aseguran que hay que incidir en la educación sexual, ya que según se puede apreciar en sus declaraciones lo creen estupendo y lo llaman deseo y libertad sexual. No ven aquí violencia, no encuentran ausencia de placer de las mujeres, ni dolor, ni humillación, ni los inicios tempranos en estas reproducciones de chicos de 8 años. Y por lo tanto no se hacen la pregunta que Mónica Alario formuló para construir su investigación que dio lugar a la Política sexual de la Pornografía y que ya he repetido en alguna ocasión: ¿Por qué a las hombres les excita el dolor de las mujeres?
Yo le diría al Gobierno más progresista y feminista de la historia que se aclarase y eligiese en qué lado de esa historia quiere estar para que pasado el tiempo respiren con cierta paz sintiendo que era el correcto.
Y sobre todo que ahora se den un paseo por la historia de la violencia contra las mujeres desde que eran esclavizadas controlándolas a través de sus hijos e hijas. Que paseen por Londres y vayan al siglo XIX, a ver si se encuentran con Josephine Butler y aprenden de su «gran cruzada» que terminó con el sistema reglamentarista poniendo sobre la mesa la doble moral de la sociedad inglesa y marcando el inicio de la lucha abolicionista haciendo responsables a los prostituidores y nunca a las mujeres prostituidas. Que paseen por el año 1960 y miren a través del tiempo el asesinato de las tres hermanas Mirabal. Que paseen por nuestro país, siendo república y dictadura para saber qué pasaba con la prostitución en esa ventana a la democracia y en el oscurantismo que la cerró, y cómo los crímenes pasionales empezaron a verse como asesinatos contra las mujeres por el hecho de ser mujeres debido a la existencia de causas estructurales. Y que fue una mujer, Ana Orantes, que tuvo el valor de contar el infierno de violencia que vivía en su casa con su marido maltratador y que por la tragedia de su asesinato por parte del marido supuso un punto de inflexión para que el Congreso aprobara por unanimidad una Ley pionera por ser integral, la Ley 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.
Es crucial pasear por la realidad material de las mujeres para tener siempre de guía qué es ser mujer, por qué hablamos de feminicidio y no de homicidio. Por qué los hombres acosan, violan y matan a las mujeres siendo ellas cifras con contador a cero cada año mientras todavía hoy ni los mismos medios saben colocar correctamente el sujeto de esa acción mortal en una oración, haciéndolo a veces en la sección de sucesos y otras pasando rápidamente al fútbol. Y vuelvo a aclarar que no todos los hombres, pero sí demasiados hombres que lo hacen y demasiados hombres que callan. Así que termino con su propio mensaje, dirigido a esos hombres y también al propio Ministerio responsable de las políticas que implementa: “Si tú no has sido, si tú no vas a hacer nada. Entonces, ¿quién?”