El reloj ya no suena porque su cuerpo se ha acostumbrado a esa hora temprana para levantarse, pues sabe que la caminata de la mañana cuando la ciudad aún duerme le alimenta.
Llega con energía, una ducha y un desayuno reconfortante con dátiles (que no procedan de Israel, cuestión de DDHH), tostadas con aceite y tomate (comprados a un vecino de un huerto cercano) y zumo de naranja que estruja en un exprimidor en el que debe presionar con fuerza para sacar todo el jugo del fruto.
Aún resuenan en su cabeza los personajes del cronovisor que ha ido escuchando; no conocía a Madame Tussauds, una experta en crear figuras de cera, que por este talento se libró de la guillotina al ser monárquica y que tiene un museo con su nombre en Londres. Es curioso cómo puede aparecer un golpe de suerte que te salve la vida, adaptarse a las circunstancias; estar en un lugar no adecuado por el peligro inminente pero tener algo que aportar y cambiar el transcurso de lo predecible.
Y por otro lado, y sin haberlo leído, también cree que Ulises de James Joyce puede estar sobrevalorado. Dicen que hay mujeres que han influido en su vida y nombraron de pasada en este programa dedicado al escritor irlandés a Sylvia Beach, su editora. Aquí no lo cuentan, pero tal como se puede encontrar en el libro París era mujer esta editora y propietaria de la librería Shakespeare and Company fue su amiga, su primera editora y la que creyó en Joyce publicando su libro y apostándolo todo, esfuerzo y dinero para promocionarlo ya que ninguna editorial quería sacarlo a la luz en 1922; un detalle que el autor no agradeció intentando obtener provecho con otro editor. El que sí ha leído y lo coloca en esta lista de “libros que no son para tanto” es el de Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway. Lo acabó por aquello de no dejar un libro a medias pero se le hizo lento, pesado, soporífero. Lo leyó justo después de El soldado de porcelana y quizás el ritmo del primero chocó con la acción lenta del segundo. El protagonista de este último, Gustavo Durán, fue un personaje real que conoció a Hemingway tal como se refleja en la novela y este autor también lo cita en su libro donde los tres días de su historia se hacen eternos. Veréis la que le va a caer por esta crítica de parte de quienes adoran al escritor americano.
Los pensamientos flotan mientras ella avanza en la ejecución de las acciones. Entra en su estudio, abre la ventana; por fin le han puesto la mosquitera que evita que a media mañana entre algún moscardón que hace que se desconcentre de su tarea.
La tarea empieza con el encendido del ordenador. Lo primero es mirar el correo. A veces entra en las redes sociales y otras se dice a ella misma que ya ha empezado su jornada laboral; sí, es un trabajo esto de la búsqueda de empleo. Y aquí tiene como aliados a LinkedIn y a los portales específicos para el fin que nos ocupa. Sigue a personas expertas en recursos humanos, ha visto ya numerosos tutoriales para crear currículos, para salir ilesa de las “killer questions”, para encontrar respuestas a los descartes. Y si hay algo que le cause irritación no es sólo no ser seleccionada sino que le contesten con un “descartado”. Ella es una mujer desempleada que ha sido descartado. ¿No ven la falta de concordancia? Y ahora dirán quienes están detrás de Infojobs que todo es automático y que esta plataforma habla de “candidatos” no de mujeres desempleadas, pero en este caso ella es “candidata”, por lo tanto si no van a contar con ella, díganle que está descartada. No es que duela menos, que la decepción se mitigue un poco o que la angustia desaparezca, pero es más digno. Y se hace cargo de la realidad, que es de lo que se trata.
Aquí podemos incorporar eso del sexo y el género. Simone de Beauvoir dejó escrito que las mujeres somos el segundo sexo puesto que el hombre es la medida de lo humano, se ha construido como lo universal mientras que la mujer aparece como otredad. Escribe la filósofa existencialista en El segundo sexo: «La mujer se determina y se diferencia con respecto al hombre, y no a la inversa; ella es lo inesencial frente a lo esencial. Él es sujeto, es el Absoluto: ella es la Alteridad». Pues bien, a propósito del segundo sexo la periodista Katrine Marçal nos habla en su libro ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? de “una segunda economía”, es decir, ese trabajo que realizan las mujeres y que no se ve, que va en segundo lugar a pesar de ser crucial para el funcionamiento del todo; un trabajo que las mujeres siguen haciendo también con su jornada laboral porque este sexo ha salido a desempeñar el trabajo considerado productivo, pero al otro sexo le cuesta entrar en ese otro trabajo al que no se le da valor.
Volviendo a la búsqueda de empleo, lo más laborioso es la autocandidatura; estudiar a la empresa, elaborar la carta de presentación, un currículum adaptado al puesto, que refleje las palabras claves y que deje en el papel de alguna manera que una es la persona idónea para el puesto, única e imprescindible en un mundo donde nada lo es. Y aquí de nuevo una petición, un mensaje de respuesta con al menos un “recibido”.
LinkedIn es un mundo nuevo. Gente como ella con el cartel verde de “Open to work”, reclutadores y reclutadoras que pasarían al cartel morado de “Hiring”. Y mucha gente con más gente seguidora que le da miles de likes a una frase motivadora que parece sacada de Mr. Wonderful. Esto de dejarlo todo, irse a otro país y encontrar el sentido de la vida meditando está muy bien para quien pueda llevarlo a cabo pero no es realista y a ella le motiva lo mismo que la película ‘La vida de Pi’, nada; porque no es una historia de superación sino una historia trágica que crea angustia.
La angustia y la felicidad son cuestiones a tener en cuenta también en la búsqueda de empleo como en la vida misma, que es donde se inserta la propia búsqueda de empleo. Decía Edgar Cabanas, psicólogo y coautor del libro Happycracia junto a Eva Illouz, en una entrevista que “el estrés, la ansiedad o la depresión son problemas estructurales que conviene no reducir únicamente a la esfera de lo individual. Decir que el bienestar o la salud mental son una cuestión de actitud, pensamiento o enfoque personal es falaz e injusto”.
Estoy totalmente de acuerdo con ello ya que nos movemos en un sistema que nos repite frases del tipo: “todo depende de nosotros mismos”, “querer es poder”, “proyecta tus sueños para que se hagan realidad”, “sal de tu zona de confort”… cuando realmente lo que se está haciendo es trasladar la responsabilidad del sistema en cada uno y cada una de nosotras para pensar, en definitiva, que no estamos haciendo lo suficiente porque otras personas ya lo han conseguido, personas como Pi que han sobrevivido a un naufragio con un tigre de bengala.
Aquí nos podemos preguntar, ¿cuál es esa zona de confort de la que hay que salir? El concepto es interesante pero como otros conceptos se adapta a los intereses de la maquinaria en la que nos mantenemos con “comodidad”.
Es una falacia que sí nos va a producir malestar al sentir, de nuevo, que la culpa es nuestra porque seguimos en el mismo sitio sin conseguir objetivos para los que es necesario arriesgar.
Volvemos a frases hechas, “quien no arriesga no gana”. No, mira, empecemos por dejar claro que el panorama está crudo, que el trabajo es precario, que por un lado se valora el pensamiento crítico pero por otro te piden que no pienses demasiado. Que si tienes formación es que estás sobrecualificada para tal puesto; aunque te postulas para uno que crees que está a la altura pero te hacen ver que la que no estás a la altura eres tú que tienes sólo una carrera y un máster, ¿no ves que te falta el doctorado y un curso de experto (lo pongo en masculino para adecuarlo al realismo de la situación) realizado preferentemente en el extranjero?
Afortunadamente hay gente maja en LinkedIn, en otras redes y en la vida real. Gente que nos valora, que nos ayuda y que nos acompaña. Son personas que nos envían esa oferta de trabajo que han encontrado porque nos tienen en mente a las del cartel en verde, personas que comparten sus contactos para incluirnos en esta red profesional y que nos animan a seguir creyendo en nosotras mismas, en nuestro trabajo y en la oportunidad laboral que llegará. No lo digo por aquello de “querer es poder” sino porque es más probable que recojan quienes siembran. Y las semillas brotarán.